El Senador Barack Obama parecía haberse olvidado de lo que se sentía cuando uno sale derrotado, pero anoche lo volvió a experimentar en el momento más inoportuno. A pesar de llegar con el viento a favor, y una cobertura mediática positiva que para sí hubieran querido la mayoría de aspirantes presidenciales de las últimas cuatro décadas, el Senador afroamericano fracasó ante el desafío de dejar finiquitada la carrera demócrata. "No importa lo que suceda esta noche, tenemos la misma diferencia que teníamos esta mañana y vamos a ganar esta nominación", repetía el candidtao en San Antonio para restar importancia a los resultados.
Pero su ventaja en el cómputo total de delegados, y su probable victoria en el Caucus de Texas, no oculta la preocupante debilidad que demuestra su pobre rendimiento en las primarias de los estados más grandes de la Unión. Cuenta con seguidores muy comprometidos que participan gustosamente en los Caucus, asambleas, y procesos más complejos que no son del gusto del votante menos politizado. Pero cuando la elección se convierte en un proceso sencillo -votar y marcharse a casa- que no requiere de actividades más comprometidas, sus números flojean.
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