A las puertas de las elecciones presidenciales de 1956, en el entorno de asesores más cercanos al Presidente Dwight D. Eisenhower se empezó a debatir sobre la idea de sacar al Vicepresidente Richard Nixon del ticket. Nixon había demostrado maneras al frente del Gabinete cuando Eisenhower sufrió su primer ataque al corazón, pero los hombres más cercanos al viejo General no veían en él más que un perro de presa que había sido de utilidad en la campaña del 52 pero que ya había dejado de serlo. Para el 56 querían elevar el nivel de los discursos electorales y potenciar el estilo de estadista ecuánime de Eisenhower. La verbosidad agresiva y partidista de Nixon era ahora un obstáculo.
La impresión de que Eisenhower pudiera no sobrevivir a un nuevo mandato también se había extendido dando alas a los demócratas. Una de las estrategias de los demócratas sería recordar a los votantes que en estas elecciones elegirían al sucesor de Eisenhower y que Nixon estaba "a un latido de corazón o a una perforación intestinal de la Presidencia". La idea era peligrosa porque Nixon era visto todavía como un político demasiado inmaduro para acceder al Despacho Oval. El propio Eisenhower se había negado a confirmar si Nixon le acompañaría en el 56: en las ruedas de prensa hablaba maravillas sobre el intelecto, la lealtad y el servicio de Nixon, pero dejaba en manos del partido su renominación o sustitución. El rumor decía que Eisenhower deseaba mantener a Nixon en el Gabinete, pero en un cargo que no fuese la Vicepresidencia, porque no creía sorbevivir esos cuatro años.
Harold Stassen, ex Gobernador de Minnesota, candidato presidencial fallido en 1948 y en 1952, y ahora asesor especial del Presidente para política exterior y desarme, tomó las riendas del esfuerzo para "largar a Nixon". Encargó una encuesta profesional para sondear la opinión del electorado sobre una lista de nombres alternativos que incluía el suyo propio, el del Gobernador Earl Warren de California, y el del Gobernador Frank Lausche de Ohio, un demócrata, entre otros. El 23 de julio convocó una conferencia de prensa en la que, basándose en los resultados de la encuesta, anunció que apoyaría un movimiento para reclutar al Gobernador Christian Herter de Massachusetts como candidato a VP. Según Stassen, el ticket Eisenhower-Herter lograba seis puntos procentuales más que el Eisenhower-Nixon en intención de voto.
La maniobra de Stassen se produjo con Eisenhower en el extranjero, de viaje oficial en Panamá. Dijo que el Presidente no le había pedido que lo hiciera pero tampoco se lo había impedido. Ese "dejar hacer" de Eisenhower fue interpretado por la prensa como una bendición no formal pero sobreentendida. Contaba con el apoyo del Jefe de Gabinete de la Casa Blanca, Sherman Adams, y de los Gobernadores liberales de la Costa Este. Pero subestimaron a Nixon. Este ya conocía de antemano los planes contra él porque había sido informado a tiempo por su buen amigo Leonard Hall, presidente del Comité Nacional Republicano.
Hall y su asistente Bob Humphrey llevaban semanas moviéndose para salvar el pellejo a Nixon porque creían firmemente que el ticket Eisenhower-Nixon era el que más rendimiento electoral ofrecía. Nixon era la única conexión de los crecientes sectores conservadores con una administración controlada casi en su totalidad por la facción liberal del GOP. Era un ídolo para los militantes de base y los movimientos grassroots. Otorgaba equilibrio y paz interna al partido.
A las pocas horas de la polémica intervención de Stassen, se produjo en la Cámara de Representantes una movilización pro-Nixon. 20 Congresistas republicanos firmaron un comunicado pidiendo la dimisión de Stassen como asesor del Presidente, y a los pocos días eran 180 los Congresistas republicanos que habían prometido su apoyo a Nixon -de un total de 202. La insurrección había sido contenida. Para escenificar unidad, Hall convenció al Gobernador Christian Herter para ser el encargado de presentar la nominación de Nixon ante la Convención.
Cuando la Convención Nacional Republicana abrió sus puertas el 20 de agosto en el Cow Palace de San Francisco, todo estaba bajo control para renominar por aclamación a Eisenhower y Nixon. Pero hubo tiempo para una simpática anécdota. Leonard Hall fue informado por el Secretario de Interior Frank Seaton de Nebraska de que "un confundido y recalcitrante delegado" de su estado, de nombre Terry Carpenter, tenía pensado proponer en un discurso su nombre para la nominación vicepresidencial. Alarmado ante la posibilidad de que el discurso de Carpenter incluyera referencias a la mala salud de Eisenhower, Hall pidió al Speaker of the House Joseph Martin, presidente permanente de la Convención, que impidiera hablar al delegado.
Llegado el turno en el roll call vote a la delegación de Nebraska, la jefa de la delegación anunció que el delegado Carpenter quería hablar. "¿A quién desea nominar?" preguntó a toda prisa Martin rompiendo el protocolo, sin darle la palabra a Carpenter. El delegado se negó a darle el nombre a la jefa de la delegación para que le pasaran el micro a él y poder así dar su speech. Martin explicó que la razón por la que hacía la pregunta era porque había recibido una nota de "un hijo distinguido de Nebraska (Seaton)" que decía no querer ser nominado. Esto dejó a Carpenter sin candidato y se inventó un nombre ficticio:
"Señor presidente, vamos a nominar a Joe Smith."
"¿Joe quién?"
"¡Joe Smith!"
"Tomar a vuestro Joe Smith y salir de aquí."
Risas. Nixon fue nominado por unanimidad.
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