Para volverse a ver las caras y discutir por televisión, los precandidatos republicanos han aterrizado esta vez en los suburbios de la ciudad de Detroit, reconocible para algunos como la capital mundial de la industria del automóvil y para otros, como yo, por ser la urbe por cuyas calles patrullaba Robocop -Murphy para los amigos-. Esta es una de las cosas que más adoro de los Estados Unidos. En cualquier otra nación todos los debates se celebrarían siempre en los mismos estudios de la capital nacional; en USA cada uno de los debates que vemos son en un mundo diferente al anterior y, para más gozo, cada uno de esos emplazamientos es rico en motivos cinematográficos que a todos nos dicen algo. Pero de la magia cotidiana de este país y de su gusto por el anti-centralismo ya hablaremos otro día.
Se había levantado mucha expectación entorno a este debate por el aliciente que suponía ver por vez primera a Fred Thompson enfrentado a sus rivales en un medio que le es familiar por sus trabajos como actor, la televisión. Sus estrategas tenían señalada en rojo la cita de hoy para escenificar el lanzamiento definitivo de su campaña, apuntalar su popularidad entre la masa republicana y pedir paso a los favoritos. No os creáis que esto es necesariamente una ventaja. Atraer hacia tus intervenciones toda la atención de los jueces de la opinión pública tiene sus riesgos.
La primera impresión que me ha dejado es que habiendo estado correcto, está aún lejos de coger el ritmo de competición de sus rivales, que llevan ya meses debatiendo en todo tipo de foros y formatos. Thompson se ha entrenado durante semanas para algo que no hacía desde la última vez que se presentó al Senado en 1994, hace ya demasiado tiempo. Eso unido a su naturaleza tranquila y metabolismo lento, ha dejado la impresión general de no haber sabido aprovechar dos largas horas de debate. No ha cometido errores pero se ha dejado eclipsar por sus hiperactivos compañeros.
Un ejemplo significativo de su falta de rodaje lo hemos tenido ante la pregunta sobre el pesimismo económico de los habitantes de Michigan, cuya economía ha ido de mal en peor mientras la economía nacional crecía a niveles aceptables. Thompson ha dejado pasar gran parte del tiempo de respuesta repitiendo vaguedades, "Bien, creo realmente que hay algunos bolsillos que están teniendo dificultades. Creo ciertamente que los bolsillos de Michigan están teniendo dificultades. Creo que siempre se ven estas cosas en una economía dinámica...". Una respuesta para el olvido. El Gobernador Mitt Romney, por contra, no ha dejado escapar el momento para ofrecer comprensión a los deprimidos votantes de Michigan. Menos aún cuando estos están siendo gobernados por una Gobernadora demócrata cuyos niveles de aceptación andan por los suelos. "Es inaceptable que Michigan sea el único estado de la Unión que está sufriendo una recesión". Esa era la respuesta a la pregunta.
El actor de Tennessee, que encajaría bien en la película de Paul Verhoeven en el típico papel del quemado, insensible, pero también encantador a su manera, jefe de policía de Detroit, se ha encontrado también con que el papel protagónico en el debate ha sido reclamado por un Rudy Giuliani que podría resultar creíble en el más atrayente papel del perverso Dick Jones corporativo que ansía reconstruir desde su torre de cristal la "vieja Detroit" para obtener el reconocimiento público limpiando antes las calles con métodos de dudosa moralidad. El ex Alcalde de Nueva York parece que se tome cincuenta cafés en la hora inmediatamente anterior al debate.
Ha sido difícil para Thompson no parecer descafeinado teniendo a cada lado a los candidatos con más nervio y verborrea de la terna. El espectáculo ha corrido a cargo de dos parlanchines Rudy Giuliani y Mitt Romney, quienes han protagonizado el enfrentamiento más vibrante en lo que llevamos de debates, cuestionando el uno el historial fiscal del otro y sus respectivos records como Alcalde y Gobernador. Han sido las dos estrellas hoy en este estado en el que comparten la cabeza de la lista para las primarias. Tenían claro a quién enfrentar y en la fase económica del debate nadie más ha existido entre ellos. Os recomiendo que no os perdáis ese duelo.
El problema de Romney es que, cuando empieza a gustarse, tiende a complicarse en exceso la vida en sus respuestas. Buscando hacerlo más y más complicado para parecer más y más experto. Es lo que le ha ocurrido al ser interrogado sobre si como "Presidente Romney" pediría autorización al Congreso para destruir las instalaciones nucleares de Irán. Lo que ha venido a decir es que lo consultaría con sus abogados. ¿Dejaría la decisión en manos de otros? Mala respuesta. Los americanos quieren un Presidente que asuma la totalidad de sus actos y no lance balones fuera excusándose en el consejo de sus asesores jurídicos. Hacía falta una respuesta con autoridad y convicción, Mitt. Por lo demás, pocas conclusiones nuevas. El protagonismo de los temas económicos ha desplazado a John McCain. El viejo Senador ha tenido una noche relajada pasando algo desapercibido.
Como he dicho, el interés estaba centrado en Fred Thompson y este, no la ha cagado, pero tampoco ha emocionado. Se ha limitado a no cometer errores, a andarse con cuidado, y a encajar en el juego como buenamente ha podido. ¿Conocéis esa sensación de quien se reincorpora al colegio después de una larga ausencia? Ha debido sentir algo de eso. Notarse extraño entre viejos conocidos que han desarrollado cinco temas nuevos sin él, no entender nada de lo que está hablando el maestro, y estar desactualizado en cuanto a material escolar. Su mejor momento ha llegado en una de las ocasioens en que el moderador le ha interrumpido. "Nadie ha pedido tu opinión, Christopher", han sido sus palabras. Un buen golpe a Chris Matthews, uno de los periodistas más odiados por los republicanos, y con razón porque es tan repelente que hay veces que dan ganas de pegarle una buena patada en el culo con sólo oirle hablar. Ya se lo ha dado Fred en nombre de todos sus sufridos espectadores.
Terminado el debate, se ha dado paso al habitual ritual con los "abogados" de cada uno de los principales candidatos lanzándose al ruedo tratando de negociar con los chicos de la prensa los términos en que estos hablarán en sus crónicas sobre ganadores y perdedores del debate. Salvo que haya golpes de efecto muy visibles, ya se sabe que en estas cosas no es tanto quién gana, sino quién dicen que gana. De ahí la importancia de las técnicas post-debate.
Fred Thompson ha asignado para la tarea a la hija del Vicepresidente, Lyz Cheney -la lesbiana no, la otra-, y dos viejos amigos del Senado, el ex Senador Spencer Abraham, precisamente de Michigan, y el ex Senador George Allen (R - Virginia); representando a Rudy Giuliani estaban el antiguo Gobernador de Massachusetts, Paul Cellucci, seguro que para hablar mal de Romney, y el economista Michael Boskin, para contar a la prensa las bondades de la política fiscal del candidato; Scott Romney, residente en Michigan, ha sido el defensor de su hermano junto con el que fuera candidato fallido al Senado, el sheriff Mike Bouchard; y los "representantes" de McCain han sido el Senador Lindsey Graham (R - Carolina del Sur), odiado con furor por los conservadores, y el ex Senador texano Phil Gramm, amado con no menos furor por los mismos conservadores que aborrecen a Graham. Trancripción del debate.
PostData: quiero hacer tres recomendaciones. Primero, que actualicen un poco el decorado de los debates. Segundo, pedirle a Giuliani que prescinda de las gafas durante el debate. Y tercero, que estoy harto de que los Tom Tancredo y Sam Brownback de turno corten el ritmo de los duelos que de verdad nos interesan.
martes, 9 de octubre de 2007
Debut de Thompson; Guerra Giuliani-Romney
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