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Las victorias de Huckabee en Kansas y Louisiana, así como su buena posición en Washington, no conllevan grandes efectos prácticos en el proceso republicano. Para llegar a poner en apuros a McCain, tendría que ganar todos los estados que quedan por pronunciarse, y por mucha diferencia en aquellos en los que el reparto de delegados sea proporcional. Se da por imposible. Pero el pastor baptista sí tiene ante sí una buena ocasión de reivindicar su fuerza dentro una de las secciones -conservadores sociales o culturales- de la coalición que hace cuatro años dio la victoria nacional a Bush. Si la estrategia republicana en 2008 consiste en volver a reunir a todas las partes de esa fórmula ganadora, Huckabee podría estar en disposición de exigir un lugar en el ticket.
Para ello necesita sorprender. Una buena ocasión, el próximo martes en Virginia. Habrá 63 delegados republicanos en juego. Todos serán para el ganador. Muchos simpatizantes republicanos están pensando en votar en la primaria demócrata, algunos para enterrar a los odiados Clinton, y otros para darle la victoria al percibirla como la rival más fácil de enfrentar en noviembre. Si Huckabee gana en Virginia, nadie dudará que continuará en campaña hasta marzo, para intentar dar la sorpresa en la siempre imprevisible Texas, y en Ohio.
Juega en contra de McCain la baja participación que puede existir en esos estados al coincidir en el tiempo con las emocionantes primarias demócratas. Sabemos que el ejército de seguidores de Huckabee parece dispuesto a ir a las urnas bajo cualquier tipo de condiciones. Los potenciales votantes de McCain, en cambio, menos fanatizados, pueden caer en la tentación de quedarse en casa ante los comentarios generalizados de que "esto ya está hecho". La nominación será suya, pero existe el riesgo de mostrarse débil.
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