El equipo del Gobernador Mitt Romney parece haber identificado el factor religioso como motriz del ascenso centelleante de Mike Huckabee en territorio de Iowa. La gran proyección de Huckabee sobre los cristianos evangélicos le estaría permitiendo alcanzar la cabeza de carrera, en una elección en la que la gran cantidad de candidatos puede hacer posible la victoria para quien consiga atraer apenas un tercio del electorado. Romney había logrado atraer a gran parte de estos sectores ofreciéndoles viabilidad como candidato capaz de estimular a un amplio espectro de la sociedad, la posibilidad de sentirse parte de una candidatura mainstream que rompía con el tópico de cierta imagen de freakismo de la militancia cristana, amparado en su potente organización de campaña, la única que parecía capaz hasta hace bien poco de plantear una alternativa ganadora frente a la amenaza que supone Giuliani para sus batallas culturales.
Los cimientos de ese apoyo no se fundamentaban tanto en la confianza, sino en la necesidad de abrazar el brillo de un ganador. Pero bajo la superficie, las reservas sobre el mormonismo del candidato, y de sus cambios de postura, continuaban inquietando las conciencias de muchos votantes evangélicos que no terminaban de confirmar lo acertado de su apoyo. Con la aparición de la alternativa Huckabee, se les ha presentado una opción fácil de apoyar. Muchos de ellos enseguida se han dejado seducir, sin oponer resistencia. Con facilidad, sin esfuerzo. Apoyar a Huckabee no les cuesta trabajo, y no entraña un debate profundo sobre si hacen o no lo correcto apoyándole. La relación que establecen esta vez con el candidato es de fácil comprensión para su moral cotidiana. No hay complicaciones. Es cómodo y confortable.
En este sentido debemos entender la más que razonable desconfianza que los operativos de campaña de Romney mostraban cuando se les planteaba el tema de su fe mormona. Los medios se preguntaban si Mitt pronunciaría algún discurso dedicado en exclusiva a "justificar" su pertenencia a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, a lo que sus portavoces respondían con evasivas, intentando retrasar lo más posible el momento de tener que enfrentar ese contenido. Puede que conscientes del peligro de concentrar el debate en una cuestión que hiciera reflexionar más de lo debido a muchos de los votantes de Iowa que apoyaban al candidato. Pero el evitarlo también implicaba aceptar el riesgo de que fueran sus rivales los primeros en utilizarlo en su beneficio, como ha ocurrido.
Esa puede ser la causa del repentino cambio de postura anunciado hoy. Hemos sabido que desde Team Romney han programado para el próximo jueves un discurso que tiene toda la pinta de ser la versión Romney del famoso JFK Speech del 60. No debe ser sencillo estar en su piel en estos momentos. Lo que hace un mes hubiera sido una intervención valiente y poderosa, llena de estilo y carácter, corre ahora el riesgo de ser vista como una simple reacción, una acción defensiva, una exhibición de debilidad. Ahora llegarán los remordimientos por no haber dicho la primera palabra. Romney Plans to Address Concerns About His Faith
(...) Mitt Romney will address head-on suspicions about his Mormon faith in a speech he plans to deliver Thursday in Texas, not far from where John F. Kennedy delivered an address nearly 50 years ago that many credit with defusing concerns about his Catholic faith in his election.
Mr. Romney plans to give the address, to be called Faith in America, at the George H. W. Bush Presidential Library in College Station, Tex., 80 miles from Houston, the site of Kennedy’s speech. His campaign is calling it an opportunity for him to “share his views on religious liberty, the grand tradition religious tolerance has played in the progress of our nation and how the governor’s own faith would inform his presidency if he were elected.” (...)
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