jueves, 13 de marzo de 2008

Mondale-Ferraro: perder haciendo historia
















Al finalizar toda la ronda de primarias el 5 de junio de 1984, el ex Vicepresidente Walter Mondale ya había logrado comprometer a un número suficiente de delegados para asegurar su nominación por el Partido Demócrata ese verano. Pero su gran rival en la competición, el Senador Gary Hart, de Colorado, se negaba a suspender su campaña, y parecía dispuesto a batallar hasta la Convención por el favor de muchos de los delegados de Mondale. Hart sostenía que, de ser nominado, podría mejorar en diez puntos el rendimiento electoral de Mondale frente al Presidente Ronald Reagan.

El Senador Ted Kennedy, de Massachusetts, tuvo que hacer de intermediario entre ambos hombres para que accedieran a reunirse y resolver el conflicto. Hart, que había ganado primarias en importantes estados como California, Ohio o Florida, estaba especialmente molesto por la utilización que Mondale había hecho de una gran mayoría de los 568 superdelegados no electos para consolidar su ventaja en los momentos claves de la carrera.

El Senador por Colorado quería condicionar su retirada a la aprobación de un paquete de reformas del sistema de selección de delegados que le despejara el camino para un segundo intento por ser nominado en 1988. Una de las reglas que quería fuese revisada era la que establecía que, en algunos lugares, hacía falta un 20% del voto popular para ganar el primer delegado.

Los dos hombres accedieron a encontrarse en un hotel de Manhattan. Rompieron el hielo y hablaron de diferentes cuestiones, entre las que no estuvo la posibilidad de formar un ticket conjunto, aunque era lo que muchos en el equipo de Hart ambicionaban. Llegaron a un acuerdo por el cual no le disputaría a Mondale los delegados ya comprometidos.

El ex Vicepresidente podía estar tranquilo de ser el nominado. Pero por el momento Hart no lo iba a apoyar públicamente, ni le iba a entregar los delegados que había ganado. Una semana después, Mondale se reunió en Kansas City con su otro rival, el reverendo afroamericano Jesse Jackson, para llegar a un acuerdo similar.

Aplacadas las amenazas a su nominación, el siguiente gran reto era completar la candidatura con un running-mate. Hacía semanas que voces autorizadas del partido, como el Speaker of the House Tip O'Neill, o los Gobernadores Mario Cuomo, de Nueva York, y Richard Celeste, de Ohio, venían hablando sobre la conveniencia de seleccionar a una mujer.

Era un secreto a voces que en la Casa Blanca estaban inquietos porque la popularidad del Presidente Reagan entre el electorado femenino se situaba por debajo de la aprobación unánime que despertaba entre los hombres. Para los demócratas, escoger a una mujer podía suponer triunfar sobre el Presidente en un sector clave que representaba la mitad del electorado. Parecía la única manera de derrotarlo.

Lo que había empezado como una vaga sugerencia, se fue convirtiendo en un arma de presión insoportable para Mondale. Tanto Jackson como Hart, en sus intentos por convencer a las delegadas, habían prometido que, de ser nominados, seleccionarían a una mujer. La National Organization for Women y la National Women's Political Caucus emprendieron un esfuerzo organizado sin precedentes para hacer avanzar la idea en los medios de comunicación.

El candidato tenía interés en hacer historia. Ya había sondeado los nombres de algunos representantes de minorías, como los Alcaldes afroamericanos Tom Bradley, de Los Angeles, y Wilson Goode, de Philadelphia, o el hispano Henry Cisneros, de San Antonio. Pero ninguna de esas minorías podía aportarle en votos lo que una mujer.

Mondale dio cancha al movimiento feminista por el gran interés mediático que despertaba la idea de la primera mujer Vicepresidente. Fueron los medios quienes elaboraron una lista de tres nombres: Dianne Feinstein, popular Alcaldesa de San Francisco; la Gobernadora Martha Layne Collins, de Kentucky, la única mujer Gobernadora en aquel momento; y la Congresista Geraldine Ferraro, de Nueva York, una estrella ascendente en la Cámara de Representantes.

La favorita parecía ser Feinstein, que tras recibir una administración deficitaria en San Francisco, en 1983 presentó un presupuesto fiscal con 122 millones de dólares de beneficio. Demócrata moderada en una ciudad progresista, conocía de cerca otro problema creciente en la sociedad de la época, el SIDA. La Alcaldesa dejó una muy buena impresión en Mondale durante la entrevista que ambos mantuvieorn a finales de junio.

La Gobernadora Collins era la preferida en la América interior. Pero la Congresista Ferraro estaba apadrinada por su jefe en la Cámara de Representantes, el poderoso Speaker Tip O'Neill, prototipo del old-fashioned-liberal. O'Neill la había promovido para el cargo de Presidenta de la Plataforma de la Convención Nacional Demócrata que se iba a celebrar en julio. Ayudada por este, se preparó a conciencia para la entrevista con Mondale. Fue la única de las pretendientes que se leyó una biografía del candidato.

Ferraro era además la que más gustaba a las feministas y a los activistas demócratas de base. Hija de inmigrantes italianos de Queens, de 48 años, liberal en todas las causas, promotora de la igualdad de derechos para la mujer, se había opuesto en la cámara al despliegue de los misiles MX, o al intervencionismo de Reagan en Centroamérica. Era la favorecida por la National Organization for Women, y había llegado a decir que, si Mondale nominaba a un hombre, ella presentaría su nombre por libre ante los delegados como un "gesto simbólico", viéndose obligada después a matizar que eso no supondría un desafío a la selección de Mondale.

Poco antes de que el candidato hiciese pública su decisión, un grupo de activistas llamado "Mondale Women", compuesto por cinco Congresistas mujeres, lideradas por Barbara Kennelly, de Connecticut, organizó una peregrinación hasta el hogar de Mondale en Minnesota para recordarle que debía seleccionar a una mujer. Simultáneamente, algunas de las feministas más exaltadas empezaban hablar abeirtamente de organizar una masiva manifestación de protesta en la Convención si el elegido era un hombre. Mondale siempre había estado inclinado a escoger a una mujer, pero lo que antes era una posibilidad más, ahora se había convertido en una obligación ineludible.

El 12 de julio, a sólo cuatro días de la apertura de la Convención Nacional Demócrata en el Moscone Center de San Francisco, Mondale anunciaba su importante decisión en Saint Paul, capital de Minnesota. Geraldine Ferraro era la afortunada. Satisfacción general entre las organizaciones feministas. Selección arriesgada para Mondale. Si bien las mujeres constituían un 54% del electorado, era imprevisible lo que podía dar de sí en ese frente el efecto Ferraro -después se demostró un experimento fallido.

El efecto contraproducente en los estados del Sur y el Oeste parecía evidente. Los sondeos señalaban a Gary Hart como el mejor running-mate. Pero Mondale valoró más la cobertura positiva que la designación de una mujer le aseguraba para una buena temporada. Al fin y al cabo, el debate sobre la inclusión de una mujer en el ticket había sido la gran sensación del verano, la que más prensa atrajo a su caravana electoral, y la que más portadas y titulares le reportó. Hasta que en agosto la gente empezó a prestar más atención a los Juegos Olímpicos de Los Angeles.

*Discurso de Walter Mondale (Real Player) en la Convención Nacional Demócrata de 1984, en San Francisco.

*Discurso de Geraldine Ferraro (Real Player) en la Convención Demócrata de 1984, en San Francisco.

*1984 Election Night - CBS/ABC/NBC/CNN

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Fue un experimento de laboratorio sociológico demasiado condicionado como vemos por la presión sobre Mondale. Aquì la Ferraro podrìa decir que la eligió en el ticket por ser mujer xDDD.

Antxon G. dijo...

Por eso precisamente hoy he recordado por qué ella llegó a esa posición de candidata a VP. Aunque ella no tiene problemas en admitirlo.

Anónimo dijo...

Sigo diciendo que lo que ha dicho la Ferraro es la pura verdad. Otro caso de hipocresía política.