Los demócratas de Iowa no parecen tener las cosas tan claras como sus compañeros de partido a nivel nacional, en la selección del candidato partidista. El Senador Barack Obama se habría colocado en este mes de noviembre con una ventaja de cuatro puntos sobre Hillary Clinton y ocho sobre John Edwards en el estado de Iowa, según la última encuesta realizada por Washington Post/ABC News. Al tratarse del primer y único sondeo que coloca en cabeza a Obama, debemos tomárnoslo con cuidado hasta que salgan más confirmando o desmintiendo la tendencia. Se justifica el posible ascenso de Obama en el fuerte incremento de los deseos de cambio entre el electorado de Iowa, que se manifiestan en el mismo sondeo. El gusto por la experiencia como valor preferente habría descendido en seis puntos, en favor del reclamo del concepto de "nuevas ideas" -nuevas caras-.
Todo viene a coincidir con el recrudecimiento del choque entre John Edwards y Hillary Clinton las últimas semanas. Podríamos encontrar ciertas similitudes con lo ocurrido hace exáctamente cuatro años, por estas mismas fechas. En aquel momento, la batalla por el Caucus de Iowa parecía haberse reducido a dos hombres entre los demócratas. El front-runner bien financiado y favorito a nivel nacional, el Gobernador Howard Dean, primero en todas las encuestas, enfrentado a un "hijo favorito" de Iowa, el Congresista Dick Gephardt, quien ya había ganado el Caucus años atrás y contaba con una fuerte organización en el estado, además de con el apoyo de los sindicatos. En octubre de 2003 la batalla entre ambos se avivó, hasta llegar al punto de ignorar por completo al resto de rivales que aparecían por detrás. Los jefes de campaña de ambos, Joe Trippi y Steve Murphy, se enredaron en una guerra dialéctica a través de todos los medios de comunicación locales y nacionales.
Ambas campañas empezaron a ir en negativo en Iowa el uno contra el otro, ignorando una regla básica en estrategia electoral: lanzar y recibir golpes bajos a/de un sólo adversario en una elección donde hay más candidatos, puede terminar beneficiando a un tercero. Dean y Gephardt jugaron al juego de la destrucción mutua asegurada y quedaron tercero y cuarto respectivamente en el Caucus de Iowa. De ello se aprovechó John Kerry. Esa es una experiencia que Hillary Clinton debe tener muy presente cada vez que John Edwards la acose, porque en este caso Edwards nada tiene que perder, pero la Senadora por Nueva York todo lo puede perder. Incluso si no participa de los ataques de su rival, no puede evitar situarse en el centro de la polémica que Edwards trata de estimular para que sea el argumento central del debate en los medios.
En cualquier caso se comprende la dificultad de tomar decisiones en estas últimas semanas que conducirán al Caucus, especialmente si los sondeos indican que lo que se ve en realidad en Iowa viene a ser un complicado empate entre tres candidatos con opciones reales de victoria. Hillary juega con la desventaja de ser la referencia en la que se posan las miradas de sus dos rivales. Eso dificulta que sean sus dos oponentes los que se enganchen en una pelea mientras ella avanzan. El que quiera pelear sin red, en este caso John Edwards, siempre la buscara más a ella, favorita y niña mimada del aparato. Obama asume un papel más pasivo, del que entiende que sólo un error o pérdida de "momentum" de la favorita puede darle la victoria. Da por hecho que no depende tanto de sí mismo como de sus rivales. Difícil conocer con certeza cual de ellos está haciendo lo correcto.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario