Recupero este artículo que escribió Paul Johnson en febrero de 1992. Hace ya quince años. Sigue vigente. En él nos contaba cómo rara vez las circunstancias permiten que el hombre más adecuado y válido del momento llegue a la Presidencia de los Estados Unidos.
------- Blandengues, mediocres, nulos y villanos ---------
Se debe reconocer que las circunstancias conspiran para que el mejor hombre nunca llegue a la Casa Blanca. Hubo largos períodos de la historia estadounidense en que el país fue gobernado, o desgobernado, por mediocres y nulos.
Este dato está disimulado por el indudable hecho de que la nueva república empezó muy bien. George Washington era un hombre grande y sabio, un ejemplo eminente para todos los tiempos y lugares de cómo se debía guiar una ex colonia independiente. Luego hubo una distinguida sucesión procedente de Massachusetts y Virginia: John Adams. Thomas Jefferson, James Madison, James Munroe, John Quincy Adams, hombres cultos y civilizados de principios indeclinables, aunque a veces con defectos personales. Tenían además la ventaja, en un Estado joven, de salir de la clase gobernante y poseer un claro sentido de la obligación pública. El primer advenedizo, el general Jackson, quien llegó a la Casa Blanca en 1829, era un dirigente nato que actuó como un presidente de voluntad férrea, aunque con algunas ideas confusas.
Después todo anduvo cuesta abajo hasta la Guerra Civil. El sucesor de Jackson, Martin Van Burén, era un elegante politicastro neoyorquino conocido como el Pequeño Mago, que podía mover las cosas a su antojo en su Estado, pero que nunca dominó la política nacional, y hundió el país en una profunda recesión. Los dos hombres más sobresalientes de la época, Henry Clay y Daniel Webster, no llegaron a la Casa Blanca. En 1840 los jefes del partido le dijeron a Clay que no tenía popularidad suficiente para obtener la nominación whig. En cambio, escogieron a un soldado de éxito, William Harrison (los presidentes americanos son casi siempre abogados o generales), que agravó su ineptitud falleciendo a las pocas semanas de ocupar su puesto, con lo cual permitió el ascenso de un segundón llamado John Tyler. El siguiente, James Polk, no fue mejor. Luego vino otro general mediocre, Zachary Taylor, que también falleció durante su gestión, permitiendo el ascenso del ridículo Millard Fillmore. Los dos presidentes previos a la Guerra de Secesión, Franklin Pierce y James Buchanan, no hicieron nada por impedirla.
Siguió la notable presidencia de Abraham Lincoln, y cuanto más uno estudia lo que hizo y dijo ese hombre notable, más admira su inteligencia, valor e ingenio. Pero fue un episodio brillante en una procesión deplorable. Andrew Johnson, que sucedió a Lincoln cuando lo asesinaron, era tan torpe que arruinó la herencia del gran hombre y casi logró que lo sometieran a juicio político. Ulysses Grant era un buen general con poco criterio político, y permitió que la Casa Blanca se llenara de malandrines.
La calidad de los presidentes desde la Guerra Civil hasta los primeros años del siglo veinte era tan baja que, entre Lincoln y Theodore Roosevelt, el mejor fue Grover Cleveland, y eso no es decir mucho.
En el siglo veinte, el sistema presidencial estadounidense ha dado mejores ejemplares. La historia de legislación y liderazgo nacional de Woodrow Wilson fue óptima hasta que se debilitó su salud. Harry Truman, Dwight Eisenhower y Ronald Reagan fueron buenos dirigentes, juiciosos y resueltos. Debo añadir a Calvin Coolidge, un favorito mío, y supongo que algunos aún incluirían a Franklin Roosevelt y J. F. Kennedy. También se puede argumentar que Lyndon Johnson y Richard Nixon, ambos derrocados por acontecimientos de los que perdieron el control, eran hombres de gran habilidad con enormes logros a su favor, y pocos hombres en la historia de ese país han comprendido mejor su sistema o lo han usado tan bien.
Sin embargo, sospecho que los tortuosos procedimientos por los cuales los americanos de hoy eligen a su líder, y el sinuoso juego que cada cual debe soportar, está orientando el resultado hacia la mediocridad o algo peor. Bush (padre) empieza a parecer estar más en la tradición de Taft o Harding, Hoover o Cárter; a decir verdad, empieza a hablar como Hoover. Sus rivales demócratas de los años recientes han sido tan malos que evocan a Polk y Fillmore.
Lo cierto es que los americanos esperan demasiado de sus presidentes: integridad absoluta, en un sistema político donde la recaudación personal de fondos multimillonarios es esencial; castidad monacal, en una época permisiva; una anodina corrección política que sólo se puede mantener anulando las opiniones y caprichos que vuelven interesante a un político; más aún, la voluntad de someterse a feroces interrogatorios sobre estos y otros temas frente a los grandes inquisidores de los medios de comunicación. Muchos hombres decentes, enérgicos y capaces, por fuerte que sea su sentido del servicio público, se niegan a aceptar estas condiciones, y con razón. Los siete primeros presidentes las habrían encontrado inaceptables. Una democracia de los medios como la estadounidense, donde el público exige el derecho de saberlo todo, ilustra el principio de que lo mejor es enemigo de lo bueno. Es imposible tener presidentes perfectos, y de este modo ni siquiera se consiguen buenos. -------- Paul Johnson (22-02-1992)---------
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3 comentarios:
Interesante artículo.En efecto hoy todo se cuece con,por y para los media.¿Es Bush jr tan torpe,tan tonto,tan catastrófico como nos lo venden?¿Quién y còmo lo hubiera hecho mejor tocándole en suerte el momento terrible que le ha tocado?¿No ha habido por parte de los media mucha profecía autocumplida?¿Por qué Condi no se presenta,si arrasaría,por ser mujer y/o negra,?No,por ser soltera.
La Presidencia de Bush será una presidencia decisiva que independientemente de lo contestada que esté siendo, ha establecido una serie de pautas que marcarán el camino en próximas décadas. Especialmente en cuanto a la estrategia de Seguridad Naiconal y la reestructuración departamental que se ha dado bajo su administraicón. La reforma gubernamental más importante desde la Segunda Guerra Mundial. Y también ha dado inicio a una nueva era en las relaciones itnernacionales, que si bien puede ser rectificada en las formas, en el fondo persisitirá como base a todo lo que venga después en ese terreno.
Por otra parte, también ha lograod importantes reformas en los terrenos de la educación y la sanidad. Reformas que ya prometió en suc ampaña electorla de 2000. Y si logra sacar adelante ahora la cuestionada reforma mirgatoria, prácticamente habrá cumplido más del 75% de sus grandes promesas. El gran fracaso de su política doméstica será la también , que hizo aguas en los últimos dos años y será su gran deuda pendiente. Sobre todo con sus bases.
¿Cual es el problema entonces de que esté teniendo un final de mandato tan tormentoso y deprimente y con tan poco apoyo popular? Dejando aparte la problemática de Iraq. Su gran problema es la consecuencia de lo que ha sido su gran virtud. La capacidad de ganar elecciones difíciles d eganar. Promesas como las reformas educativa, medicare, o migratoria, son asuntos que han sido utilizados como estrategias de triangulación. Temas tradicionalmente pertenecientes a la agenda demócrata más que a la republciana, y que los legisladores republicanos, así como los activistas y votantes conservadores han aceptado con la nariz tapado y pensando que sólo eran un medio para seguir ganando elecciones. Y una vez ganadas las elecciones poder hacer también otras cosas.
Lo que ocurre es que una vez onseguida una grna victoria electorla como la de 2004. Con retención de la Presidencia y aumento de la mayoría republciana en ambas cámaras, llegó para Bush el momento de la verdad. El momento para recompensar ys atisfacer a sus bases, a esas bases que habían soportado una serie de políticas muy poco acordes con su filosofía, con tal de seguir ganando elecciones. Y ahí es dodne Bush ha fracasado. No ha sabido darles lo que querían. Especialmente la reforma de las pensiones, el proyecto estrella de la derecha. Y se han sentido decepcionados y han empezado a criticarle por todas esas cosas que hasta entonces tragaban. Y al ver ahora que lo de la promesa de reformar las leyes migratorias, no era sólo una promesa para ganar las elecciones, sino que ahora lo está utilizando para dejar un legado personal perdurable como presidente, la derecha se rebela. Lo acusan de preocuparse más de su legado que de su partido.
El problema de Bush es muy sencillo. En la segunda mitad de su primer mandato TODO lo que hizo, lo hizo pensando en la reelección. En ganar las elecciones. Sin pensar más allá del 2 de noviembre de 2004. Como si ese día se terminara el mundo. Sin pensar que luego le tocaría a él seguir gestionando los problemas que hubiera que enfrentar en los siguientes cuatro años.
Hacer cualquier cosa por ganar. Ese ha sido su principal problema. Por eso ahora está de bajón. Hizo tantas cosas, tan rápido, y de forma tana rrolladora en el primer mandato. Que ahora está sufriendo él mismo en su segundo mandato, las consecuencias que en otras presidencias que van más poquito a poco, las sufre el siguiente presidente.
Por lo demás, como candidato fue bueno tanto en 2000 y 2004. Demostró disciplina y capacidad comunicativa, aunque no oratoria. Sabe comunicar sentimientos y emociones. Pero también hay que decir que como presidente, cuando más s eha lucido ha sido cuando ha podido anunciar grandes proyectos o regalar grandes imágenes.
Cuando le ha tocado hacer política de más bajo perfil, ha tenido más problemas. Seguramente porque no lo domina. Tiene una visión general de las cosas. Y no funciona igual, porque no es lo mismo, dar un discurso en un trasatlántico en medio de un hermoso atardecer en el Océano pacífico, que dar una rueda de prensa en la sala de rpensa de la Casa Blanca con David Gregory en primera fila tocándote los cojones.
Bush ha sido un presidente muy efectista. Cuando ha perdido esos "efectos especiales", la grandeza del momento histórico que le tocó en su primer mandato, ha perdido mucha chispa y seguramente el votante no lo ve como un presidente apropiado para el trabajo "desagradable" y de perfil bajo.
Otro de los logros de Bush, el más importante, y sorbe todo por el que más le estarán agradecidos sus sucesores, es que ha devuelto mucho del poder perdido a lainstitución presidencial. Se ha producido und esplazamiento de pdoer del Congreso hacia la Casa Blanca. En los primeros seis años de Bush una de las característcias de su presidencia es que ha recuperado para la Casa Blanca muchod el poder que había perdido después del Watergate, en favor de otros centros de poder.
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