Desde la Gran Deporesión y la Segunda Guerra Mundial, el Partido Republicano estaría dominado por los moderados que abogaban por mantenerse dentro del equilibrio pendular que suponía la alternancia pacífica de los dos grandes partidos que no buscaban derrotar ideológicamente al adversario, y compartían una idea de país muy similar.
Thomas Dewey fue el gran líder de esa corriente dominante dentro del GOP en los años 40 y los primeros 50. No logró llegar a la Presidencia pero sí logró imponer al General Eisenhower en el 52 frente al Senador Robert Taft, representante de los sectores más conservadores y anti-elitistas del Medio Oeste. Pero pronto surgiría una nueva figura que llegaría a dar nombre a esa clase de republicanos. Era Nelson Rockefeller, el joven, atractivo y carismático Gobernador de Nueva York, miembro de la familia de protopotentados más famosa y envidiada del país. Orgulloso patricio, nieto del fundador de Standard Oil. Y sus seguidores dentro del partido serían conocidos como los "republicanos de Rockefeller".
Liberales en política doméstica y en la resolución de los conflictos sociales, defendían muchos de los programas desarrollados a partir del New Deal de Roosevelt y luchaban en favor de los derechos civiles, presentándose como una opción más eficaz que la que representaban los demócratas. Siempre abiertos a la negociación con los sindicatos, defensores de los presupuestos equilibrados y de altos niveles de impuestos para lograr ese fin, apoyaban programas de crecimiento sostenible que denunciaban los recortes de impuestos como ideas propias de chalados. Grandes proyectos de autopistas e infraestructuras públicas, así como la inversión en el desarrollo de potentes universidades estatales, eran otras de sus señas de identidad.
El New York Times decía en 1964 que Nelson Rockefeller tenía tantas posibilidades de perder la nominación republicana como de arruinarse. Nadie dudaba que había llegado su gran momento. La nominación iba a ser suya. Los republicanos de peso en el aparato del partido y en Washington habían apoyado la Civil Rights Act y no cuestionaban la vigencia de la América heredera del New Deal. Estaban preparados para nominar a otro moderado. Rockefeller era su hombre. O en su defecto, alguien como Scranton.
Thomas Dewey fue el gran líder de esa corriente dominante dentro del GOP en los años 40 y los primeros 50. No logró llegar a la Presidencia pero sí logró imponer al General Eisenhower en el 52 frente al Senador Robert Taft, representante de los sectores más conservadores y anti-elitistas del Medio Oeste. Pero pronto surgiría una nueva figura que llegaría a dar nombre a esa clase de republicanos. Era Nelson Rockefeller, el joven, atractivo y carismático Gobernador de Nueva York, miembro de la familia de protopotentados más famosa y envidiada del país. Orgulloso patricio, nieto del fundador de Standard Oil. Y sus seguidores dentro del partido serían conocidos como los "republicanos de Rockefeller".
Liberales en política doméstica y en la resolución de los conflictos sociales, defendían muchos de los programas desarrollados a partir del New Deal de Roosevelt y luchaban en favor de los derechos civiles, presentándose como una opción más eficaz que la que representaban los demócratas. Siempre abiertos a la negociación con los sindicatos, defensores de los presupuestos equilibrados y de altos niveles de impuestos para lograr ese fin, apoyaban programas de crecimiento sostenible que denunciaban los recortes de impuestos como ideas propias de chalados. Grandes proyectos de autopistas e infraestructuras públicas, así como la inversión en el desarrollo de potentes universidades estatales, eran otras de sus señas de identidad.
El New York Times decía en 1964 que Nelson Rockefeller tenía tantas posibilidades de perder la nominación republicana como de arruinarse. Nadie dudaba que había llegado su gran momento. La nominación iba a ser suya. Los republicanos de peso en el aparato del partido y en Washington habían apoyado la Civil Rights Act y no cuestionaban la vigencia de la América heredera del New Deal. Estaban preparados para nominar a otro moderado. Rockefeller era su hombre. O en su defecto, alguien como Scranton.
Pero lo que no podían esperar de ninguna manera era que, por primera vez en décadas, el proceso se les escaparía de las manos y resultaría en la pérdida de poder de los moderados sobre el aparato partidista, y la entrada en escena de una nueva casta de políticos, hasta entonces marginales, apoyados por los sectores rebeldes de la plutocracia americana. Apoyados por hombres como el magnate cervecero Joseph Coors, hombres hechos a sí mismos y nuevos ricos ajenos a la selecta oligarquía aristocrática a la que pertenecían los Rockefeller.
Un video de la convulsa Convención Republicana de 1964, en la que los delegados de Goldwater abuchearon a Rockefeller.
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