Fecha: 13 de octubre, 1988.
Lugar: Pauley Pavilion, Universidad de California (UCLA), en Los Angeles.
Protagonistas: George Bush (R), Vicepresidente de EEUU, y Michael Dukakis (D), Gobernador de Massachussets.
Moderador: Bernard Shaw (CNN)
Panelistas: Ann Compton (ABC), Margaret Warner (Newsweek) y Andrea Mitchell (NBC).
Este sería el segundo y definitivo debate entre George Bush y Michael Dukakis. El primer debate, celebrado en el mes de septiembre, había pasado desapercibido porque los grandes medios habían estado más ocupados en cubrir el positivo por esteroides del atleta Ben Johnson en los Juegos Olímpicos de Seúl. El segundo debate se planteaba como una última oportunidad para el Gobernador Dukakis de parar la cada vez más evidente sensación de depresión que se adueñaba de su campaña, en caída libre desde principios de septiembre.
Tras superar un duro proceso de primarias, parecía en principio que el candidato demócrata se aprovecharía del desfondamiento de la Administración Reagan, y de la sensación de final de reinado que existía entre los republicanos, quienes en las elecciones legislativas de 1986 habían perdido su posición dominante en Washington. Parecía neutralizada cualquier resistencia a la llegada de un demócrata a la Casa Blanca, gracias al tenaz y constante bombardeo anti-republicano desde la prensa en ocasión del menor escándalo.
La batalla entre la Casa Blanca y el Congreso, después del duro pulso por la Ley de Autopistas, vetada rabiosamente por el Presidente Reagan, acabó en un forzoso armisticio a favor de las fuerzas demócratas del Capitolio en lo que representó un alarmante síntoma de debilidad y decadencia del Gobierno republicano. La nueva mayoría demócrata llevaba 1987 y 1988 dedicada concienzudamente a neutralizar y corregir las políticas reaganianas, tales como la anulación de impuestos, los recortes sociales, el sobrecargado gasto militar o la ayuda a los Contras nicaragüenses, limitada sin contemplaciones a los gastos de demolición mientras se negociaba una tregua con Managua.
Varios de los organismos derechistas puestos en pie y reforzados en los años de Reagan, empezaban a ser vaciados por una tímida resurrección del liberalismo clásico. Organizaciones combativas como el Center for Strategic International Studies o el American Enterprise Institute, baluarte de los monetaristas y los suply-sidders, desacreditados por las pesadillas económicas del Lunes Negro de octubre de 1987 en las Bolsas, empezaban a acoger investigadores más centristas y moderados, reproduciendo los esquemas bipartidistas de organizaciones más clásicas y templadas como la Brookings Institution.
Los maestros clásicos del gran juego de Washington, aquellos que algunos llaman guardianes del sistema, habían completado la redistribución de los equilibrios tradicionales en el tablero que había sido usurpado por fuerzas nuevas en los más fogosos años de la era Reagan. Ahora todo parecía presentarse de cara para un Partido Demócata que había encontrado en figuras como Michael Dukakis, una nueva generación de políticos que pretendían remozar el devaluado discurso newdealer con proyectos de modernización industrial y fomento del desarrollo económico y la iniciativa privada. Tras el éxito de una Convención Demócrata muy bien organizada en Atlanta -ver discurso de Dukakis en la Convención-, el candidato demócrata llegó a adelantar a finales de julio en 17 puntos al Vicepresidente Bush en el sondeo de Gallup.
Lo que parecía una ventaja insalvable, un camino despejado hasta la Casa Blanca al ritmo del 'America' de Neil Diamond, la exitosa canción de campaña de Dukakis, se diluyó en apenas mes y medio con una eficaz campaña mediática montada por los republicanos alrededor de su Convención en agosto, con el famoso discurso “no new taxes” de Bush, y varios anuncios televisivos que atacaban con ferocidad los dos principales puntos flacos de Dukakis: su posición contraria a la pena de muerte y su excesiva moderación en temas de Defensa y Seguridad Nacional. El equipo de Bush logró así provocar la desconexión del candidato demócrata con las preocupaciones de la clase media de gran parte del país, y su desplazamiento en los sondeos de intención de voto.
El cara a cara del 13 de octubre de 1988, la última gran esperanza de asistir a una recuperación de Dukakis, sólo vino a sentenciar la defunción de su campaña. Desde el primer minuto. Desde la primera respuesta a la primera pregunta. Bernard Shaw, la gran cara visible de la joven y dinámica CNN de los años 80, se disponía a abrir el debate con una pregunta especialmente preparada para dar la oportunidad de conectar emocionalmente con el votante a un Dukakis que era descrito como un “hombre de hielo” por sus críticos. Shaw había dicho que, ante las dificultades del demócrata de expresar sentimientos, sólo una pregunta muy personal podía provocar una respuesta emocional. Shaw estaba convencido de poder lograr lo que nadie había logrado en toda la campaña. Ingenuo.
“Gobernador, si Kitty Dukakis –su esposa- fuese violada y asesinada... ¿defendería usted la pena de muerte irrevocable para su asesino?”, fue la pregunta de Shaw. El candidato respondió con un simple, “No, no lo haría, Bernard. Y creo que ya sabe que me he opuesto a la pena de muerte durante toda mi vida. No veo ninguna evidencia de que sea disuasoria, y pienso que hay mejores y más efectivas formas de tratar el crimen violento. Así lo hemos hecho en mi estado.” Después de esto, todo lo que vendría durante hora y media de debate pasaría al olvido.
El problema no fue tanto que estuviera a favor o en contra de la pena capital. La gran cagada del Gobernador fue no percibir la carga emotiva de la pregunta planteada. Respondió como si le hubieran cuestionado fríamente si estaba a favor o en contra de algo. Como si nadie hubiera mencionado a su esposa en esa sala. No supo ponerse en el lugar de una victima del crimen para decir que podía comprender su dolor o sus deseos de aplicación de la pena máxima, aunque él no lo compartiera. La pregunta no había sido hecha para que el candidato se pusiera a hablar con frialdad sobre cómo habían reducido los índices de criminalidad en Massachussets.
La fría respuesta del desapasionado Dukakis sería la comidilla de todas las conversaciones y artículos de prensa en los próximos días. Como diría el Chicago Tribune, “el Gobernador Dukakis es más apto para remover mentes, que para remover almas”. Y eso no era suficiente. George Bush no estuvo particularmente brillante en el debate. Más bien insípido. Pero eso no importaba ya después de que su rival se autoinmolara en su primera respuesta. Las encuestas posteriores sólo vinieron a confirmar y ampliar la ventaja del antes desahuciado Vicepresidente. Dukakis pasó de gran esperanza a gran decepción para los demócratas. En noviembre, estos lograrían mantener cómodamente su mayoría en las dos cámaras, pero perderían ampliamente la elección presidencial porque su candidato no gustó a los votantes. Video del debate del 13 de octubre de 1988.
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6 comentarios:
¿Fue Dukakis el que se fotografió en un tanque para dar una imagen de dureza? No me acuerdo bien.
Ah sí, lo acabo de buscar. Sí fue él.
Sí. Los republicanos utilizaron esas imágenes para hacer un anuncio brutal contra Dukakis. Mientras lo ponían paseándose en el tanque, decía una voz en off todas las partidas de defensa a la que se había opuesto xD
Le sentaba el casco como a un cristo dos pistolas. Entre eso, lo de la pena de muerte, el apellido exótico y Bush diciendo: "He's a liberal" estaba claro que el primo de Olympia no iba a pasar de objeto de chiste en los Simpsons. En los 80 los candidatos demócratas màs atractivos fueron Cuomo y Gary Hart, cada uno en su estilo. Pero. . . fallaba el contexto, por decirlo de algùn modo.
Sí, es verdad. Mario Cumo era un demócrata más tradicional, preocupado por los desfavorecidos y las minorías; Gary Hart era más moderno, más adaptado a las nuevas condiciones, más para yuppies.
Dukakis estaba a medio camino, un hijo de inmigrantes igual que Cuomo, pero un demócrata mdoerno igual que Hart. Tenía una historia muy americana de superación pero un estilo muy poco americano. Y la selección de Bentsen le eprjudicó porque hizo más visibels sus defectos. Ya hablaré otro día sorbe eso.
Los anuncios del GOP de aquellas elecciones son brutales.
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