Durante una visita oficial a Washington en 1959, Charles De Gaulle centró su perspicacia en la política estadounidense. Cuando faltaban pocos meses para la campaña presidencial de 1960, le comentó al entonces Vicepresidente Richard Nixon, "no quiero interferir en la política norteamericana, pero aconsejaría a los candidatos a la Presidencia que hagan campaña en favor de una Nueva Norteamérica". Tenía razón. Como Vicepresidente, Nixon no pudo aprovechar ese consejo, pues parecería que repudiaba al Presidente Eisenhower. Pero John Kennedy sí que se presentó con ese lema, y ganó.
Los estadounidenses no se sienten jamás satisfechos con lo que hay. Un candidato que trata de calcar al Presidente saliente y prometa únicamente seguir con su política, por muy popular que esta haya sido, se quedará en la salida de la carrera. La historia norteamericana oscila entre periodos de tranquilidad y periodos de cambio enérgico. Pero la tranquilidad es siempre mucho más aparente que real. El status quo es, en el mejor de los casos, una parada temporal en el camino hacia mayores empeños, una pausa para cargar la batería antes de enfrentarse a nuevos desafíos nacionales. La verdadera plenitud no significa saborear los logros pasados, sino emprender nuevas aventuras.
El Gobernador Mitt Romney es quien mejor parece comprender esa máxima entre los precandidatos republicanos. Desde que se barruntaba que pudiera ser el principal damnificado por la entrada de Fred Thompson en la carrera, el equipo de Romney se ha esforzado por marcar mejor su territorio. No se ha quedado anclado en el papel del candidato que persigue reconstruir la coalición ganadora de 2004 con el mismo plan de acción que utilizara el Presidente Bush en aquel momento, apelando a la movilización de las bases propias sin poner remedio a la quiebra nacional. Romney, que utilizó ese rol en los primeros meses para darse a conocer entre el votante republicano que no sabía nada de él, lo entrega ahora a Thompson para iniciar lo que su gente cree una fase ganadora en la carrera.
Una vez logrado perfilarse como un hombre de fiar, como "uno de los nuestros", entre aquellos que participan en el proceso interno del partido, ha conseguido reunir los puntos necesarios para obtener la licencia que le permita lanzar el mensaje ganador: "Republican for Change". El peligro de lanzar esta estrategia en fechas tempranas era evidente. A pesar de lo deteriorado del liderazgo de Bush entre el electorado general, según datos de Gallup, cuatro de cada cinco votantes que van a participar en las primarias del GOP mantienen una opinión favorable del Presidente. Pero tras meses de trabajo sobre el terreno, lo que en otros casos sería interpretado por ese republicano de base como una agresiva ofensa contra el legado de la actual Administración, puede ser visto ya como el compromiso con un futuro diferente de un candidato que parece conservar el respeto por el Presidente. No es un intruso.
Manteniendo sus nada dudosas credenciales en el tema sensible de la Guerra contra el Terrorismo, culpa a sus compañeros republicanos de los fracasos de Washington. Con especial atención a las guerras burocráticas, al aumento descontrolado del gasto y el alejamiento de los principios éticos tradicionales -corrupción- que han minado la confianza de los electores. Pone en evidencia la depresión de los votantes republicanos, para después asegurarles que la experiencia fallida no invalida sus causas, sino que revela una desviación de sus principios originales. La culpa de esa desviación cargaría sobre esos políticos que cuando llegan al Capitolio renuncian a sus compromisos y promesas, para satisfacer a grupos de intereses especiales con fondos ya destinados que benefician a la casta burocrática en la que quedan integrados.
El principal activo de Romney para vender el mensaje con éxito, además de su historial cero en Washington, es su condición de político no profesional. Su patrimonio no ha sido recaudado mediante la explotación de los beneficios del reconocimiento público de un representante electo que escala posiciones dentro de una administración o una cámara legislativa durante décadas. Se desvincula de ese mundo de acuerdos, favores y enredos, y clama que los problemas existentes continuarán mientras los aspirantes a dirigir la administración pública sean personas con muy poca experiencia en el mundo real -mundo real fuera de la actividad política- en cuanto a manejo de recursos y liderazgo de grupos humanos.
Habla sobre un nuevo concepto, "gobernabilidad conservadora", fundado sobre la innovación y el bipartidismo, según el cual, una agenda política razonable -y conservadora- podría ser desarrollada encontrando puntos comunes en aquellos principios que se sitúan más allá de la división partidista, como federalismo, libertad, trabajo, civilidad... la consecuencia es que está atrayendo a un numeroso grupo de jóvenes conservadores, factor clave para entender la mayor vitalidad y mejor organización logística de su campaña, y sus números no se resienten en Iowa, New Hampshire o Michigan a pesar de la publicitada entrada de Fred Thompson en la carrera.
Está ejecutando una campaña extraordinaria. En un partido en el que siempre ha sido difícil recaudar dinero y alzarse con la nominación, no habiendo partido en el grupo de favoritos desde un principio. Es el único candidato -de ambos partidos- que hasta ahora ha logrado colocarse en el grupo de front-runners y atraer la atención mediática, sólo por los méritos que se ha adjudicado durante la campaña. Un logro nada sencillo. Algo querrá decir.
PostData: nuevo anuncio radiofónico de Mitt Romney que se emitirá en Florida y South Carolina. Después de haber tomado la iniciativa en el "movimiento" contra la visita de Ahmadinejad a Nueva York, aprovecha para recordarnos que cuando la Universidad de Harvard invitó al anterior Presidente iraní Mohamed Khatami, él, como Gobernador de Massachusetts, le dio mucho por el culo.
lunes, 24 de septiembre de 2007
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