Ese será el lema que la Casa Blanca, amparada en la complicidad de los mandos militares, tratará de vender en los próximos meses para echar una mano a la campaña presidencial del candidato republicano el año que viene. La estrategia es sencilla: plantear una retirada gradual que pueda ser presentada como la consecuencia directa de los avances que los generales estelares como Petraeus ventilen en los medios. Lo que se busca así, además de ganar tiempo, es arrebatar a los demócratas parte de su discurso. Dejar claro que el objetivo último de todos es la vuelta a casa de los muchachos, y que las diferencias entre unos y otros son más de “confianza” en la misión y en la nación misma.
La gran dificultad estará en la transmisión del mensaje. Los evidentes problemas de comunicación que han caracterizado a la Administración Bush en este segundo mandato aconsejan que sea el equipo del nuevo candidato el que tome la iniciativa en el mensaje. La Casa Blanca dispone de recursos más que suficientes para facilitarle el trabajo con golpes de efecto puntuales, con acciones más que con palabras, pero ha de ser el candidato republicano –el que elijan- quien tenga claro el tipo de discurso que el votante está deseoso de comprar. Deberá tratar de convencer durante la campaña de que su postura respecto a Iraq es una versión más equilibrada y prudente de un mismo propósito compartido con los más escépticos.
Así el único valor diferencial de la plataforma demócrata sería el pesimismo, una opción derrotista. Lo que obligaría a los demócratas a entregarse a un mensaje más moderado y realista para no ser acusados de temerarios radicales que prometen irresponsablemente algo que no podrán cumplir de manera muy diferente a como lo hará el candidato republicano. Un discurso demócrata poco claro que habla al mismo tiempo de “retirada inmediata” y de “retirada gradual”, empezar hoy y concluir “algún día”, sin saber exactamente qué conviene decir para parecer serio y a la vez diferente, dejaría la cosa en una elección que no se diferenciaría demasiado de la que tuvimos en 2004 en cuanto al debate sobre Iraq, terrorismo o Seguridad Nacional. Y podrían cobrar mayor relevancia temas como inmigración, educación, políticas fiscales o valores culturales, en los que las diferencias de fondo son más marcadas. Tendríamos así, una vez más, una elección presidencial cerrada que se inclinaría de un lado o de otro en base a pequeños detalles.
El éxito o no en dejar inservible el reciente monopolio demócrata en el mensaje sobre Iraq, dependerá de la capacidad para comunicar del candidato republicano. Es por eso para el GOP más importante que nunca presentar a un hombre que sepa hablar con franqueza y ser entendido. Colaboración indirecta por parte de la Administración no le va a faltar. A los 6,000 soldados que se retirarán antes de diciembre de este año y los 21,500 del primer trimestre del próximo, se sumará también casi con total probabilidad algún movimiento más de tropas en ese mismo sentido a partir del verano de 2008 en la recta final de la campaña. Bush dijo ayer off the record a los corresponsales extranjeros que su modelo son Truman y Corea, pero también debe serlo Lyndon Johnson, quien siempre se lamentó de que si hubiera hecho unos pocos gestos más, aunque fuesen gestos cosméticos, en los meses previos a la elección del 68 –suspensión temporal de los bombardeos sobre Vietnam del Norte-, Hubert Humphrey hubiera ganado la Casa Blanca.
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