Eran las 12 del mediodía del 9 de agosto de 1974. El Vicepresidente Gerald Ford tomaba juramento como 38º Presidente de los Estados Unidos, ante el Juez Warren Burger. El acto tenía lugar en la Sala Este de la Casa Blanca. El mismo lugar en que sólo unas horas antes -a las 9:36- el dimitido Nixon se había despedido del personal de la Casa Blanca, en un estilo incoherente y una presentación balbuceante. Su dimisión se había hecho efectiva a las 11:35, y dejaba a Ford, un hombre que jamás había pretendido aspirar a nada más que a representar a su distrito de Michigan, poco más de dos años para restablecer el orgullo nacional. "Compatriotas americanos, nuestra larga pesadilla nacional ha terminado. Nuestra Constitución funciona. Nuestra gran república es un Gobierno de leyes, y no de hombres. Aquí, el pueblo dictamina", fueron las palabras del nuevo Presidente.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Para mí lo del Watergate fue lo más parecido a un golpe de estado. Nixon ganó en 49 estados y tuvo que dejar el poder por el supuesto escándalo del espionaje.
José Luis
En cierta manera lo fue. Fue la culminación de una década convulsa que se inició con otro golpe, que fue el asesinato de JFK, la Guerra de Vietnam, etc. Todo ese clima político enrarecido venía en realidad desde el mccarthismo a principios de los 50. También la desconfianza mutua entre Nixon y la gran prensa.
Publicar un comentario