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Las elecciones de hoy en
Florida serán el primer escenario de una
segunda fase en la carrera republicana. Ha quedado atrás un proceso condicionado por la participación del
electorado independiente, y entramos en una nueva fase que estará dominada por los
republicanos regulares. En Florida sólo podrán votar aquellos votantes que ya estén
registrados como republicanos. Será la primera ocasión en este ciclo electoral, en que seremos testigos de
una elección republicana en manos de republicanos. Esta es la etapa que hace ocho años abortó brúscamente las ilusiones del "
independiente" John McCain.
El candidato aprendió de aquella experiencia una valiosa lección que está aplicando esta vez.
No puedes pretender representar al partido, sin contar con el partido. Lleva semanas acumulando apoyos de los mismos hombres del aparato que hace ocho años trabajaron por hundirlo. Existe una especie de consenso entre el
republicanismo mainstream para reparar los profundos daños sufridos en su imagen en los últimos años ante los ojos de la
base regular del partido. El
endorsement de las dos principales figuras electas en Florida, el Gobernador
Charlie Crist y el Senador
Mel Martinez, se suma a lo que ya se presenció hace una semana en Carolina del Sur, y en el último mes a nivel nacional con el
apoyo público de la clase noble del partido, como Jack Kemp, Howard Baker o Tom Coburn. Pero ese cierre de filas para convertirlo a marchas forzadas en el
candidato inevitable, ¿tendrá el mismo eco entre los republicanos de base?
Florida nos dará parte de la respuesta a esa interrogante. Los estados que la han precedido sólo han contribuído a alimentar más las dudas. La madurez de McCain ha sobresalido en un plantel profuso en candidatos sin un favorito claro. Pero su segunda venida en
New Hampshire se debió al protagonismo del
electorado independiente, y su victoria fue mucho más ajustada que la lograda en 2000 contra un candidato de la fortaleza y renombre de Bush. En aquella ocasión logró unos 116,000 votos, llegando al 49% de los votos emitidos; el pasado 8 de enero
su número de votantes en New Hampshire se redujo hasta los 88,466. De acuerdo, competía contra el Gobernador de un estado vecino que llevaba años invirtiendo en imagen en esa plaza. Pero algo similar, más inquietante tal vez, ocurrió en Carolina del Sur el pasado 19 de enero.
John McCain compitió
en 2000 sin apoyos ni ayudas de ninguna clase en
Carolina del Sur. Su único soporte eran algunos veteranos de guerra y unos pocos congresistas. Luchaba contra la potente maquianria del influyente ex Gobernador
Carroll Campbell, puesta al servicio exclusivo de George W. Bush. Como era de preveer, McCain salió derrotado. Pero
en la derrota logró 235,000 votos, lo que suponía un 42% de la masa de votantes de aquella primaria; este año,
en la victoria consiguió 147,283 votos, un 33%. Apoyado por el
Speaker de la Asamblea, el fiscal general del estado, uno de los dos Senadores federales del estado, y por operativos del comité republicano estatal, McCain
perdió unos 90,000 votos respecto a hace ocho años. Sólo con mantener el mismo número de votos obtenido en 2000, hubiera lorgado sobrepasar el 50% y proclamar una espectacular victoria. Pero muchos que confiaron en él en su día, no lo hicieron esta vez, siendo el favorito.
Esa aparente fragilidad se debe al
poso de desconfianza que su actividad legislativa -y mediática- de los últimos ocho años ha dejado
en muchos electores republicanos. Se les está pidiendo que sean prácticos y apoyen al viejo Senador, referido como
mejor opción para ganar a los demócratas en noviembre. Lo que debe estar desencadenando un gran dilema en cada uno de esos votantes que pueden estar viendo en
McCain al
candidato ganador, y en
Romney al
candidato que defiende su agenda.
La decisión no es fácil, porque, mientras McCain es presentado como un valor seguro, no existen datos de hasta dónde podría llegar Romney si se le deja levantar el vuelo y ser el centro de atención. Muchos republicanos se enfrentan en el día de hoy a esa disyuntiva en Florida. Apoyar a un
gran nombre de atractivo nacional pero
poco identificado con el legado del partido -McCain-, o apostar por un candidato que ha edificado su campaña sobre
causas conservadoras pero es una
incógnita en el universo electoral -Romney. Lo que hoy se decida puede marcar tendencia entre los que viven la misma duda en otros estados.