martes, 28 de octubre de 2008

Concession & Victory Speeches: 1968

Dicen que no hay ningún fracaso profesional más deprimente que perder la Presidencia de los Estados Unidos, ni ningún triunfo más ofuscante que el ganarla. A sólo una semana de que escuchemos a Obama y Mccain conceder o aceptar la elección presidencial, recupero las caras de la derrota y la victoria en una elección ajustada (1968) y en un landslide (1980).

1968

Humphrey concede - Fue un discurso austero, seco y algo lacónico. "He perdido. El señor Nixon ha ganado. El proceso democrático ha funcionado como debía, así que ahora sigamos con la urgente tarea de unir a nuestro país." Había sido su segunda campaña, después de un primer intento fallido en las primarias de 1960. Esta vez había logrado la nominación como consecuencia de cuatro años de sacrificios personales, y lealtad a un Presidente impopular, y había tratado de desafiar a la historia ganando un tercer mandato presidencial consecutivo para su partido.

Hubert Humphrey llevaba años siendo material presidenciable, pero le tocó el peor de los marrones, no poder hacer una campaña de ideas propias, y tener que defender el cuestioando legado del Presidente en funciones. Le quedó el consuelo de haberse quedado a sólo un 0,6% de haber ganado el voto popular nacional, cuando la última semana de octubre los sondeos le habían pronosticado una derrota por ocho puntos, pero también la insoportable sensación de haber podido ganar de haber tenido mayor libertad.

Inmediatamente después de pronunciar su discurso en el Leamington Hotel de Minneapolis, Humphrey se retiró a su habitación pero permaneció sólo durante unos minutos en el pasillo. Cuando un íntimo amigo le puso la mano sobre su hombro, Humphrey le dijo, "tenía pensado hacer tantas cosas... ¡Jesús! Creo que hubiera hecho un buen trabajo en la Casa Blanca." Más tarde confesó en la prensa que el discurso de aquella noche había sido "la misión más complicada de mi vida pública y privada."



Nixon victorioso - Después de la mala suerte que le había traído el Hotel Ambassador de Los Angeles en 1960 y 1962, Richard Nixon estableció su cuartel general para la noche electoral del 68 en el Waldorf-Astoria Hotel de Nueva York, ciudad en la que venía residiendo y trabajando como abogado desde que había dejado la política. No fue hasta el mediodía del día siguiente a las elecciones cuando pudo salir a cantar victoria. Ante una audiencia entusiasta que no había pegado ojo en toda la noche anterior, y haciéndose el sorprendido, Nixon empezó con las mismas palabras que pronunció ocho años antes en la derrota, "pensaba que ya habíamos tenido el último rally de campaña, pero aquí estamos otra vez."

A pesar de su alegría incontenible, Nixon era consciente de que había quedado lejos de alcanzar el respaldo de la mitad del electorado -ganó con el 43.2% frente al 42.6% de Humphrey-, y sabía que para muchos americanos su elección era sólo la inevitable consecuencia de una estrategia de división en un año repleto de acontecimientos traumáticos: la ofensiva del Tet en Vietnam, los asesinatos de Martin Luther King Jr. y Bobby Kennedy, agitación y disturbios urbanos, o la convulsa convención de los demócratas.

El suyo fue un discurso conciliador, escrito por William Safire e inspirado en el lema "bring us together" que habían leído en el cartel que portaba una niña durante un acto de campaña en Ohio.

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