martes, 22 de abril de 2008

Sin saber lo que pasará hoy en Pennsylvania...
















... me gustaría hacer una rápida reflexión en favor de Hillary Clinton, ya que nadie parece querer hacerlo. Todos los analistas del proceso la están tratando de forma despiadada, sus juicios se han vuelto escrupulosos en exceso. Nos la presentan como desalmada por seguir a finales de abril ambicionando ser Presidente de los Estados Unidos. Le muestran la puerta de salida para dejar sólo a un rival a cientos de delegados todavía de asegurar matemáticamente la nominación -y el primer nominado en muchos años que no alcanzará tal honor gracias a los delegados electos. Por el bien del partido, por el bien del país. Como si luchar por la Presidencia fuera un gesto de amor altruista más que de amor egoísta.

Aunque no logre la nominación, ella ya ha logrado convertirse en el candidato perdedor que más delegados ha logrado reunir en unas primarias. Sólo por eso se merecería mayor consideración por parte de quienes juzgamos la campaña, y el derecho a continuar. Es más, si como insisten los medios afines a Obama, lo único que Hillary aporta en este punto es crispación y división interna, yo me pregunto por qué millones de demócratas registrandos siguen estando dispuestos a darle una nueva victoria en un gran estado como Pennsylvania, sea por tres, cinco o nueve puntos. Validan su candidatura. Considerando que existen remotas probabilidades de que alcance la nominación, es significativo que haya un electorado que no se desmoviliza y acude a votarla. Evidente, eso supone un serio quebradero de cabeza para Obama, el futuro supuesto nominado. Pero no es culpa de la Senadora Clinton.

Obama es el primero al que correspondería enfrentar una profunda reflexión sobre por qué siendo presentado como el inevitable nominado, sigue perdiendo primarias en estados de peso. Y dejar de echar toda la culpa a lo que Hillary hace en su provecho. Hillary compite por lograr lo que busca -la Presidencia-, o en el peor de los casos por entrar en los libros de historia, como en su día hicieran Jesse Jackson, Gary Hart y otros tantos que ganaron impresionantes números de delegados, y aún hoy los seguimos recordando de forma regular en este blog por lo que consiguieron sin ni siquiera llegar a ser candidatos.

Está en su derecho. Hillary no es responsable de que Obama, un candidato que recibe más horas de televisión, está mejor financiado, y tiene mejor prensa, no consiga despegar. ¿Campaña negativa? Qué demonios, pues claro que existe campaña negativa. Las remotas posibilidades de Hillary de salir nominada pasan por demostrar al electorado que Obama es más vulnerable que ella en todos esos puntos flacos que los republicanos han explotado de forma eficaz desde las elecciones de 1968, hasta el día de hoy. Esquemas que sirven a los republicanos para apartar la atención de otros debates.

John Kerry salió virgen del proceso de primarias en 2004. Con una presentación positiva de su perfil, JFK, unas siglas en colorines del que los electores conocían poco o nada más que su paso como soldado por la Guerra de Vietnam. Todo perfecto, y sin la menor referencia a la peor selección de su historial de votaciones en el Senado. El Comité de reelección del Presidente lo machacó entre julio y septiembre de aquel año. Swift Boat Veterans, recordatorios a la oposición de Kerry a la extensión de la Patriot Act, y anuncios televisivos con máscaras de gas y siniestros individuos de piel oscura. No se recuperó. Un poco en los debates. Nada más.

Hillary ventila las vulnerabilidades de Obama. Estas existen, son reales, muy reales, no las crea Hillary, y serán explotadas igualmente más adelante. La oportunidad de poder elegir entre los candidatos conociendo toda la realidad de lo que hay con cada cual conduce a la mejor selección. Y esa es la legítima baza que juega Hillary: a mí no me van a hablar durante semanas del pin con la bandera en la solapa, del reverendo Wright, de Bill Ayers.... conmigo tendrán que hablar de crisis hipotecaria, asistencia sanitaria, deducciones fiscales... A muchos votantes demócratas inquieta eso mismo, que Obama se pase media campaña respondiendo sobre su carácter y patriotismo, y por eso mantienen en carrera a Clinton.

Hace ya semanas que la gente de McCain quiere a Obama como rival. Lógicamente desean que continúe la batalla demócrata, una bendición del cielo por la desventaja presupuestaria con la que compiten. Pero quieren a Obama en noviembre. Quieren hablar del hombre que tiene problemas con ponerse la bandera en la chaqueta, quieren hablar del legislador estatal amante del control de armas, y de la buena estima en la que lo tienen ciertas organizaciones depredadoras de la Segunda Enmienda en Chicago... quieren todo eso. Y la culpa de que lo quieran no es de Hillary. Es sólo de Obama. La carrera continúa porque el front-runner no se consolida. Y es eso lo que invita a los seguidores de la otra candidata a mantener la alternativa. No un deseo oculto de que ganen los republicanos.

3 comentarios:

Jordi Coll dijo...

Impecable. Creo que Hillary desaprovechó el debate de la semana pasada al no decir claramente esto. Diciendo que Obama podía ganar en noviembre y hacerlo bien cometió un error, debió decir lo que has escrito en este post.

Antxon G. dijo...

Sin duda. El problema para Hillary es que si cuestiona a Obama desde un punto de vista republicano, la critican dentro del partido. Por eso esa prudencia al tratarse de primarias demócratas.

A Obama es más fácil derrotarlo por la derecha. Y a Hillary le da cierto complejo.

Folks dijo...

Como han dicho en el primer comentario: Sencillamente impecable