El 11 de junio de 1996 anunciaba entre lágrimas su renuncia al Senado tras 30 años. Lo hacía para dedicarse en exclusiva a la campaña presidencial, después de haber logrado, al fin, la nominación de su partido. Pero el último toque de clarín llegaba tarde para Bob. El último superviviente del viejo GOP.
Bob Dole siempre había cultivado formas alejadas de la frivolidad. Quedó anclado a Russell, el pueblecito de Kansas donde nació y a donde volvió para anunciar cada uno de los más importantes eventos de su vida política. Allí anunció su primera aventura presidencial en 1979, después de haber destacado en el 76 como el entusiasta candidato vicepresidencial republicano que había sorprendido en los debates por su estilo agresivo y directo. Se presentaba como el hijo favorito de los estados agrícolas. Pero aún no había llegado su turno.
Volvió a Russell en 1987 para anunciar su segundo intento por alcanzar la Casa Blanca. Llegó cargado de esperanzas y como líder moral del Congreso. El candidato que cumplía los requisitos del consenso pendular que buscaban recuperar los insiders para el 88. Iowa le abrió las puertas y New Hampshire se las cerró.
Como no hay dos sin tres, en 1995 volvió a Russell. Esta vez con la seguridad de quien sabe tener la nominación en el bolsillo. New Hampshire volvió a darle un rebolcón. Pero el ya viejo Dole sobrevivió. Lograba el sueño de su vida a base de constancia y resistencia. Pero con más de siete décadas encima, su imagen evocaba ya un pasado superado, el de la generación de supervivientes de la Segunda Guerra Mundial. El estilo del héroe de Russell parecía ligado al dolor de los tiempos de guerra.Seguía siendo el mismo líder senatorial que manejaba un automóvil Chevrolet que pasaba absolutamente inadvertido por las calles de Washington DC. Pero su perfil de austeridad, decoro político y rectitud, no disimulaban su falta de carisma y energía para liderar una nación que ya miraba hacia el nuevo siglo. Aquí la biografía completa de Bob Dole en español (Wikipedia).
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