viernes, 31 de agosto de 2007

Un General muy solicitado

Bill Getz del Washington Times asegura que tres de los ocho precandidatos republicanos (no nos dice cuales) están considerando al General retirado Tommy Franks para la Vicepresidencia. Comandante del Comando Central de EEUU entre 2000 y 2003, fue el líder militar de la Guerra de Afganistán en 2001 y de la Guerra de Iraq en 2003. Se retiró poco después del rápido derrocamiento de Saddam Hussein y desde entonces vive un tranquilo retiro como miembro de la junta directiva del Bank of America. Con su selección se buscaría la credibilidad de un líder militar que, a pesar de haber sido fuertemente criticado por su cercanía al ex Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, también ha sido uno de los últimos héroes militares de consumo televisivo que han tenido los americanos.

Carente de la cultura refinada de Generales como Norman Schwarzkopff, amante de la música clásica, o Wesley Clark, el General Franks cultivó siempre una imagen eficaz de hombre rudo y campechano que ya llevó a muchos republicanos a suplicarle que se presentara al Senado el año pasado por Florida, su estado de adopción, para tratar de derrotar al demócrata Bill Nelson. En aquel momento Franks descartó la idea, sin descartar en ningún caso la posibilidad de una futura entrada en política.

Video: Si queréis ver al General Franks dando un discurso político, copiar la dirección rtsp://cspanrm.fplive.net/cspan/project/c04/c04090204_rnc4a.rm y pegarla en vuestro reproductor de Real Player. A partir del minuto 41 del video, se puede ver a Franks pidiendo el voto para la reelección del Presidente Bush en la Convención Republicana de 2004.

Four-star veep

(...) The choice of Gen. Franks as vice president would be a direct affront to antiwar Democrats, who plan to make opposition to the Bush administration's handling of the war the main plank of their campaign platforms.

A staunch Republican, Gen. Franks hails from Oklahoma but considers Texas his home state. Having him on the ticket would boost Republican prospects in the must-win Lone Star state.

The sources, who are well placed in Republican circles, did not identify the campaigns that are considering Gen. Franks. They said Gen. Franks' consideration also is based on his potential to draw votes in the South, and his role as an eloquent spokesman for winning the global war against Islamist extremism.
(...)

jueves, 30 de agosto de 2007

Parece, dicen, se supone, que Fred ya se ha decidido

Hace meses fue el anuncio del anuncio del anuncio. Hoy ha sido el anuncio del anuncio. Y el próximo jueves 6 de septiembre será el anuncio. Hablo naturalmente de las intenciones del todavía "no candidato" Fred Thompson. Llevábamos ya varios meses manejando una fecha diferente cada dos semanas, pero por fin parece que esta es la definitiva. Lo dice en su web. El anuncio lo realizará a través de un webcast y después emprenderá viaje por Iowa, New Hampshire, Carolina del Sur y Florida, hasta terminar en su pueblo de Tennessee, algunos lo llaman Lawrenceburg, otros Lewisburg, donde el día 17 de septiembre organizará una merienda.

Evita intencionadamente el debate republicano que se celebrará en New Hampshire el próximo miércoles. Debate que se propone eclipsar haciendo su anuncio el día inmediatamente posterior. Tengo que destacar que el blog conservador Redstate, muy afín a Thompson, se ha adelantado a muchos medios tradicionales a la hora de dar la noticia. Por lo demás, os recuerdo que Wikipedia ya dispone de una biografía en español del ex Senador Fred Thompson.

Signos preocupantes para McCain en casa

Los números del Senador John McCain no sólo caen a nivel nacional o en los primeros estados que se van a pronunciar en las primarias. En su propio estado, Arizona, estado fronterizo donde ha sido elegido para el Senado hasta en cuatro ocasiones consecutivas con victorias holgadas, su popularidad parece verse seriamente afectada por su fuerte compromiso con la reforma migratoria planteada en el Senado. De cara a las primarias republicanas que en Arizona tendrán lugar casi con toda probabilidad el 5 de febrero de 2008, el apoyo a McCain ha caído hasta el 24%. Le siguen de cerca Mitt Romney con el 19%, Rudy Giuliani con el 18% y Fred Thompson con el 17%. Es una encuesta realizada por la Universidad de Arizona.

(...) A telephone survey conducted by Arizona State University found that of 295 Republican voters surveyed, 24% favored McCain. Meanwhile, Mitt Romney drew support from 19%, Rudy Giuliani 18% and Fred Thompson 17%.

The level of support for McCain was down from 32% in late April and 44% in February in similar polls conducted by ASU's Cronkite school of journalism and KAET-TV.
(...)

"New Beginning"

Un par de videos en honor al reciéntemente fallecido Mike Deaver. Son dos partes del "anuncio-documental" de 18 minutos que lanzó el Comité de Re-elección del Presidente Reagan poco antes del discurso de aceptación de este en la Convención Nacional Republicana.

Estratégicamente ideado, cuando todas las televisiones nacionales ya habían conectado con el Reunion Arena de Dallas la noche de aquel jueves 23 de agosto de 1984, esta mini-película de exaltación de la figura de Reagan saltó al aire y pudo verse en todos los hogares de América. Sin pagar un dolar por la publicidad. Como diría después Roger Mudd, de la NBC, "esta película no pondrá a prueba nuestra mente, no desafiará nuestro intelecto, pero asaltará nuestras emociones directamente". A la película le seguiría el triunfal discurso del Presidente y una memorable actuación de Ray Charles. El votante ya estaba a sus pies y un segundo mandato en el horizonte.

Jamás ninguna administración manejará los medios como lo hizo aquella en un mundo sin internet dominado por el poder irresistible de la televisión. Para más información sobre aquel formidable aparato de propaganda o fábrica de sueños, se recomienda el libro de reciente publicación, Morning in America: How Ronald Reagan Invented the 1980's

Parte I



Parte II

Primeros apoyos sindicales

La United Transportation Union, importante sindicato de la industria del transporte con sede en Cleveland, y la International Association of Firefighters, organización de bomberos, han sido los dos primeros grupos sindicales en tomar posicionamiento en la carrera electoral. Los primeros han optado por abrazar al caballo ganador en la interna demócrata y se han decantado por Hillary Clinton. Por su parte, el sindicato de bomberos ha sorprendido manifestando su apoyo para el Senador Chris Dodd. El apoyo de este sindicato tuvo un importante papel en la recuperación de la campaña de John Kerry cuando a finales de 2003 el candidato parecía desahuciado. En este caso es dudoso que pueda tener efecto alguno en los pobres números de Dodd en las encuestas.

Lo más destacable de estos primeros movimientos es que ponen de manifiesto la debilidad de otro candidato, el ex Senador John Edwards. La campaña de Edwards vive desde el primer día de apelar a los sindicatos y la solidaridad de la clase trabajadora. Que de los dos primeros sindicatos en posicionarse, ni uno sólo haya pensado en él, puede ser un signo del poco eco que su mensaje está logrando entre aquellos sectores de los que más esperaba. Parece lejano su sueño de monopolizar el apoyo sindical alrededor de su candidatura. Algo que se uniría además a sus ya preocupantes dificultades en la recaudación de fondos.

Clinton wins first 2008 union endorsement

(...) Democratic presidential front-runner Hillary Clinton picked up the first national labor endorsement of the 2008 White House race on Tuesday, winning the support of the 125,000-member United Transportation Union.

The union, which represents active and retired members of the railroad, bus and public transit industries, said it would devote "considerable resources" to backing the New York senator in the 2008 race.

"The UTU has a long history of picking winners early. Hillary will be a president that America's working families can count on," said union president Paul Thompson.

The UTU is the first of many labor unions expected to throw their grass roots and financial muscle behind a candidate over the next few months.
(...)

PostData: La United Brotherhood of Carpenters and Joiners of America anuncia su apoyo a Edwards.

"Leadership"

Después de un parón en la emisión de anuncios por televisión, la campaña de Mitt Romney ha vuelto a lanzar un nuevo comercial en Iowa y New Hampshire. El decimoprimero ya. Se confirma como el candidato más agresivo en lanzamiento de publicidad audiovisual después de haber invertido hasta seis millones de dólares. Lo que responde a su necesidad de darse a conocer para competir contra rivales más conocidos.

En el último video vemos al Gobernador practicando jogging mientras una voz en off nos recuerda su trayectoria. El mensaje es sencillo para hacer ver que está preparado para enfrentar cualquier situación: "a cada paso, conoció extraordinarios desafíos" que superó con éxito. Tampoco pierde ocasión para mostrarse como el candidato republicano más "saludable" y mejor conservado físicamente. Me gusta.

miércoles, 29 de agosto de 2007

El GOP ayer y hoy

El Partido Republicano, también llamado GOP (Grand Old Party), surgió en 1854 como coalición de un sector disidente del Partido Whig y los demócratas del norte y el Oeste adversarios de la esclavitud. El Partido Whig había surgido a principios del Siglo XIX como una coalición de nacional-republicanos que se oponían al estilo presidencialista de Andrew Jackson, defendiendo un mayor poder del Congreso sobre el poder ejecutivo. Durante el periodo de dominación demócrataque siguió a la elección de Jackson, al amparo de Presidentes oscuros, los políticos del Sur alcanzaron una influencia creciente en la política nacional. La cuestión de la esclavitud, asunto prioritario de la agenda de estos políticos del Sur, hizo cristalizar el enfrentamiento entre esclavistas y anti-esclavistas.

El Norte lo consideraba una vergüenza para la democracia y causa de la pervivencia de una economía y de una sociedad anticuadas. La expansión de la Unión hacia el Oeste sólo agravó el conflicto ya que surjía con fuerza el debate de si los nuevos estados iban a ser esclavistas o no. Una ardiente campaña abolicionista inspirada por los cuáqueros y los filántropos empezó a extenderse en el Oeste, acercando a los free-soliers -antiguos demócratas opuestos a la expansión de la esclavitud- a otros anti-esclavistas hacia la fundación del nuevo Partido Republicano. El objetivo de la organización sería enfrentar el creciente poder de la clase sudista para neutralizar el intento de estos por controlar el poder federal para expandir la esclavitud más allá del Sur. En esencia, el nuevo republicanismo proclamaba la recuperación de los valores de virtud cívica y valores anti-aristocráticos surgidos de la experiencia de 1776. Su primer lema sería “Tierra Libre, Trabajo Libre, Expresión Libre y Hombres Libres”.

Su primera gran figura sería Abraham Lincoln, un antiguo congresista whig por Illinois que en 1858 se presentó al Senado logrando gran notoriedad a nivel nacional gracias a sus debates con el demócrata Stephen Douglas, a pesar de terminar perdiendo aquella elección. Elegido candidato republicano a la Presidencia en 1860, su programa se basó en impedir la extensión de la esclavitud al resto del país y en la implantación de tarifas proteccionistas. Su elección desencadenó la secesión de los estados del Sur. Lincoln trató de restaurar la Unión, pero tras el bombardeo de Front Suemter por los sudistas asumió el mando supremo del ejército unionista en la Guerra Civil.

Tras la victoria en la Guerra, Lincoln se mostró partidario del restablecimiento de la Unión en igualdad de derecho para todos los estados, y así comenzó la liquidación del pasado en forma de Reconstrucción entre 1865 y 1877. Lincoln no pudo estar presente al ser asesinado seis días después de la victoria. Esta obra la llevó a cabo la fracción radical del Congreso, que, después de haber eliminado al sucesor de Lincoln, Andrew Jonson (1865-1869), sospechoso por su tolerancia respecto a los vencidos, proporcionó la Presidencia al héroe de la guerra, el General Ulysses Grant (1869-1877). Un Presidente débil, Grant fue el instrumento de los republicanos del Congreso, y cada vez más de los medios financieros del Norte y los agricultores del Medio Oeste, que reclamaban libertad para exterminar a los indios y ocupar sus tierras.

Entre 1865 y 1896, la industria, el comercio y las finanzas experimentaron un enorme desarrollo. Como consecuencia, las ciudades se extendieron y millones de emigrantes interiores fueron absorbidos por la nueva estructura económica. Apareció una nueva clase social: la de los grandes industriales y comerciantes. A esta América de los Carnegie, Rockefeller o Morgan, el Oeste intentó por última vez imponer las concepciones jeffersonianas sin éxito. El fracaso de las campañas populistas testificó que la sociedad industrial había alcanzado suficiente madurez para resistirle. Era la edad dorada de un Partido Republicano que se había acomodado en el papel de defensor de la modernización social y el desarrollo de los intereses de la industria emergente.

Para finales del Siglo XIX esta coalición gobernante ya había logrado elevar la economía estadounidense al primer lugar mundial. En poco tiempo se pudo obtener un extraordinario crecimiento demográfico gracias al crecimiento natural y un masivo aflujo de inmigrantes. La producción de hierro se cuadriplicó, la de carbón se quintuplicó y la de cobre se duplicó. La cantidad de petróleo extraído en los pozos de Ohio o California aumentó en un 150%. La producción de acero pasó de 1,3 millones en 1875 a 36 millones en 1900.

La rápida expansión de los negocios favoreció el nacimiento de los grandes capitalistas. Estos nuevos ricos reemplazaron a los plantadores y comerciantes de la primera mitad del Siglo XIX. Labraron fortunas colosales que les permitieron hacerse con el apoyo de políticos, jueces y periódicos. Apoyados en la hegemonía republicana, Harriman y Gould dominaban los ferrocarriles, Carnegie el acero, y Rockefeller el petróleo. Morgan –apodado “el rey de la banca”- creó la US Steel Co.

Pero el poderío de esta plutocracia empezó a generar el descontento de amplios sectores de la sociedad. Además el desarrollo del sector industrial se concentró en zonas geográficas reducidas, la región del Noreste afirmó su supremacía, y en el interior de las fábricas aumentó la división del trabajo. Por un lado, los pequeños propietarios agrarios estaban en dificultades, y por el otro, el incremento del número de obreros industriales daría lugar al nacimiento de las luchas sindicales. Jornadas de diez horas de trabajo, ninguna indemnización en caso de desempleo o enfermedad, generaban descontento entre la masa obrera.

Estas transformaciones sociales tuvieron amplias repercusiones en el Partido Republicano. Los asuntos políticos parecían quedar eclipsados por las preocupaciones económicas. El partido, manteniendo sus posiciones modernizadoras en el terreno económico, inició una deriva hacia el conservadurismo de las élites, partido de la riqueza organizada, pero también de los nativos. Nacional, protestante, hostil a la inmigración reciente y favorable al fortalecimiento del poder federal. Mientras el Partido demócrata se convertía en la organización de los descontentos que llegaban al poder solo cuando los negocios peligraban y defensor de las libertades de los estados.

Los republicanos presidieron los destinos del país salvo en el intermedio de Grover Cleveland. El Big Business imponía sus criterios y se beneficiaba del apoyo de la Corte Suprema y los medios de comunicación. En las elecciones de 1896, populistas y sindicatos sostuvieron el programa del demócrata William Jennings Bryan: populismo agrario, bimetalismo, disminución del proteccionismo, impuesto sobre la renta, lucha contra los trusts, etc. Los republicanos, reunidos en torno al Gobernador William McKinley, de Ohio, defendieron las tarifas aduaneras establecidas y el orden industrial. Marc Hanna, hombre de negocios de Ohio y verdadero jefe del partido, incitó a las grandes sociedades a proporcionar fondos para pagar a los diarios y a miles de oradores profesionales, inaugurando la era moderna en el funcionamiento de las campañas electorales.

Con las grandes sumas de dinero recaudadas, hasta tres millones y medio de dólares, Hanna financió el viaje en tren de importantes personalidades hasta la casa de McKinley durante la campaña. Las presiones de la gran banca sobre los colonos y la de los industriales sobre los obreros, contribuyeron a asegurar la elección de McKinley. El gran capital triunfó, con ello la América industrial y ciudadana consolidaba su dominio, al tiempo que los republicanos se aseguraban su hegemonía a las puertas de un nuevo Siglo. De las elecciones de 1896 en adelante, el partido ganaría siete de las nueve siguientes elecciones presidenciales y, salvo la excepción del demócrata Woodrow Wilson, su dominio sólo acabaría con la crisis de la Gran Depresión.

Bajo McKinley, el capitalismo adquiriría dimensiones novedosas. Los grandes capitales empezaron mirar más allá de las fronteras estadounidenses y a ambicionar los nuevos mercados de materias primas y de ventas para sus productos. Al mismo tiempo, la banca tomaba el primer puesto y pasaba a controlar grandes trusts industriales. El reflejo de la aplastante influencia de los poderes económicos lo tendríamos en la Convención Republicana de 1900, celebrada en Philadelphia. Allí la casa de los Morgan –hoy en día conocida como JP Morgan Chase desde que se fusionó con el banco de los Rockefeller- se hizo con el control oficioso del Partido Republicano chantajeando a William McKinley y Marc Hanna con el voto de los delegados de Nueva York, entonces de largo el estado con mayor número de delegados de la Unión. Obligaron al Presidente McKinley a escoger al Gobernador Teddy Roosevelt, de Nueva York, como nuevo candidato para la Vicepresidencia.

Hanna advertiría sin éxito a los delegados, “¡No os dais cuenta que sólo habrá una vida entre este loco y la Casa Blanca!”. Pero la voluntad de los banqueros de Nueva York se impondría finalmente. Apenas unos meses después de su reelección, el Presidente McKinley moriría asesiando en Nueva York y Teddy Roosevelt se convertiría en el presidente más joven de la Unión. Con él daría comienzo el llamado “panamericanismo” y la extensión de los intereses corporativos más allá de las fronteras nacionales se aceleraría. Esa sería la base de la emergente doctrina imperialista. La idea sería extender la influencia estadounidense sobre todo el continente americano en nombre del “corolario Roosevelt” - derecho de intervención en los países del hemisferio americano en caso de desórdenes financieros o políticos. Bajo la estrategia del “Gran Garrote” promulgada por Roosevelt, los intereses nacionales se extenderían a países como Panamá, Colombia, Nicaragua y Venezuela.

En este periodo sólo las diferencias internas llevarían al partido a perder la Casa Blanca entre 1913 y 1921. Recuperaría el poder en 1920, tras oponerse abiertamente a la ratificación del Tratado de Versalles y asumir una posición aislacionista en política exterior frente al internacionalismo de los demócratas de Wilson. En la década de los 20, bajo las presidencias de los republicanos Harding, Coolidge y Hoover, EEUU se cerró a los productos, los hombres y las ideas de Europa. El proteccionismo aduanero se reforzó. Dos leyes limitaron la inmigración, favoreciendo a los nórdicos en detrimento de eslavos y mediterráneos. Un resurgir del puritanismo acompañó a esta voluntad de aislamiento, se prohibió la producción y consumo de alcohol y se arremetió contra el inconformismo moral y religioso.

Ese aislacionismo coincidió con una gran prosperidad en la que se encerraron egoístamente los estadounidenses. La Primera Guerra Mundial había estimulado la economía a causa de las necesidades de los aliados. Este periodo representa el apogeo del capitalismo norteamericano. Hasta que en 1929 estalló la crisis como resultado de la superproducción agrícola, el subconsumo industrial larvado y el excesivo desorden en la especulación bursátil. La consecuencia para los republicanos sería devastadora. El triunfo del demócrata Franklin Delano Roosevelt en 1932 supuso el fin del apogeo republicano y el comienzo de la dominación del Partido Demócrata en la política nacional, a través de sus políticas de planificación e intervención social que crearían relaciones de clientelismo con el electorado, y que se extendería de forma más o menos continuada hasta finales del Siglo XX.

En ese momento se inauguró un periodo en el que el Partido Republicano no representaba más que una alternativa tibia y vulgar, carente de ideas propias y singulares. Las políticas republicanas se ajustaron al amplio espectro liberal -liberal en sentido anglosajón- que surgió de las políticas demócratas. Derecha e izquierda se tabulaban por el mayor o menor énfasis en la intervención económica del Gobierno, en el apoyo a las corporaciones o los sindicatos, pero siempre dentro de unos mismos márgenes, los márgenes que imponía la dominante coalición demócrata.

En ese mapa político del periodo del 'New Deal', los demócratas de izquierda, progresistas y centristas podrían asimilarse al modelo de la socialdemocracia europea, mientras los republicanos más clásicos encajarían más en partidos liberales o en modelos templados de democracia cristiana que en un partido conservador a la británica. Los barones republicanos no cuestionaban la herencia de Franklin Roosevelt y la asumían como base a partir de la cual avanzar. En ningún caso se planteaban echar abajo el sistema de protección social que había rescatado al país de la Gran Depresión. Sólo los locos podían plantearse tal cosa.

Con la única excepción del maccartismo -que floreció bajo el mandato del demócrata Truman- las ideas contrarias al newdealismo constituyeron una excentricidad sin eco alguno en el Establishment que regía la vida política e intelectual de la nación. La larga era progresista que había comenzado en los años treinta y transcurrió a través de gobiernos demócratas y republicanos -como el de Eisenhower- había marginado a las minorías ultramontanas. Incluso el maccartismo, con su agrio patriotismo anticomunista, fue arrinconado como un mal sueño al finalizar la primera etapa de la Guerra Fría y reducido a ciertos sectores del ejército.

La dinámica interna del Partido Republicano era regida desde los despachos de los grandes industriales del Noreste, hombres de negocios con pedigree que abogaban por el entendimiento práctico con sus vasallos sindicales para conjugar empleo y productividad. Creían en el pacto social reformista y la planificación económica, y estaban siempre dispuestos a colaborar con los poderes gubernamentales. Reunidos alrededor de la Roundtable Business, estos reyes del viejo y sólido dinero creían más en la planificación de Keynes que en la utopía libertaria de Adam Smith. El Senador Robert Taft, quien perdió la nominación republicana frente al General Eisenhower en 1952, llegó a quejarse amargamente, “todos los candidatos republicanos desde 1936 han sido elegidos por la Chase Bank y los Rockefeller”.

Frente a ellos, comenzaría a surgir una nueva clase entre los sectores más rebeldes de la plutocracia. Una casta de hombres que habían creado sus propios negocios y los administraban personalmente. Esta nueva raza de magnates medró en estados del sunbelt como California, Texas o Colorado. Sus empresas no figuraban en las listas clásicas de las 500 corporaciones más importantes de la revista Fortune, pero sí en las listas de hombres más ricos de Estados Unidos. Sus negocios incluían compañías petroleras particulares, cadenas de grandes supermercados, inversiones inmobiliarias o imperios cerveceros como el de Joseph Coors.

Estos nuevos ricos protagonizarían el realineamiento de las élites de riqueza. Componían una comunidad de hombres prósperos y libres que clamaban por un horizonte más abierto para sus negocios. Frenados por regulaciones masivas y gastos sociales, deseaban una "ausencia de Gobierno", menos leyes y más espacio para un mercado donde sólo debían primar los principios del darwinismo social. Ellos serían el alimento económico de los nuevos invernaderos académicos que comenzarían a surgir para desarrollar un nuevo pensamiento conservador anti-sistema que clamaría contra el pensamiento único del "New Deal". También financiarían nuevas publicaciones como National Review.

Nuevos filósofos y economistas financiados por gente como Coors, comenzaron en sus reflexiones a combatir el liberalismo social del New Deal y su órgano omnipotente, el Establishment. Su pensamiento irrumpió como una herejía en el pensamiento hegemónico de los economistas keynesianos. Al mismo tiempo, este movimiento se amparó en la lucha contra la cultura adversaria que comenzaba a surgir con el fortalecimiento de la clase media, y el fervor anticomunista frente al enemigo soviético en el exterior. Se propuso asaltar el viejo GOP, huérfano de ideas novedosas e iniciativa propia, para reconvertirlo en su plataforma política.

La gran batalla conspirativa la libraron en el seno del partido en una sorda y larga lucha con los políticos y hombres de negocios del viejo aparato para ocupar paulatinamente, y desde la base, su maquinaria electoral. Una camada de intelectuales conservadores, invitados al partido por el Senador Robert Taft, descubrieron las delicias de la política activa. El movimiento logró imponerse dentro del partido en 1964 con la campaña de Barry Goldwater, después de una sangrienta batalla interna que neutralizó sin complejos a Nelson Rockefeller, patricio del Establishment y miembro destacado de la famosa familia de industriales que había venido controlando el viejo GOP.

"No tengo mucho interés en racionalizar el Gobierno, pues lo que quiero es reducir su tamaño. No me comprometo a promover el bienestar, puesto que me propongo ampliar la libertad. Mi objetivo no es redactar leyes, sino derogarlas", eran las palabras del Senador Goldwater, un hombre oriundo del Oeste emergente, que había votado en contra del Acta de Derechos Civiles, denunciando la intervención federal en los asuntos internos de cada estado y su derecho a darse la regulación que consideraran oportuna. "Por el amor de Dios, ¿qué le ha pasado al Partido Republicano?" dijo el ex Senador patricio Henry Cabot Lodge al repasar la lista de delegados de la Convención Republicana de 1964. "Casi no conozco a nadie de esta gente".

La derrota electoral de Goldwater frente al demócrata Lyndon Johnson, brindó a los "rebeldes de la derecha" las enseñanzas que proporciona una sublevación frustrada para preparar la próxima. Además les permitió descubrir y poner en marcha la llamada Estrategia Sureña. Esta consistió en recoger el resentimiento y la insurgencia de los trabajadores blancos de bajos ingresos del Sur, reconocidos racistas y temerosos del poder del Gobierno central, que se sentían traicionados por el Partido Demócrata que los había albergado desde siempre, y en dirigir el populismo contra las élites culturales que controlaban poderosas instituciones como la Universidad de Harvard o el New York Times.

Fue Richard Nixon quien logró recuperar la Casa Blanca con esta estrategia, aprovechando la creciente depresión en las filas demócratas por la Guerra de Vietnam y la agitación social. Pero instalado en la Presidencia, se negó a poner en cuestión las reglas que gobernaban EEUU desde los años treinta. Encandilado en un principio por las teorías económicas de Milton Friedman, pronto advirtió que contra toda profecía se disparaban el paro y la inflación, y las elecciones estaban cerca. En 1971 Nixon canceló el experimento, decretó el control de precios y despidió a los teóricos de Friedman con un "a partir de ahora soy keynesiano".

Nixon también dio respuestas positivas a nuevos movimientos como el medioambientalista con la creación de la Agencia de Protección Medioambiental. Creó varias nuevas agencias y organizaciones gubernamentales y aumentó el cuerpo burocrático. Su objetivo ya no era una revolución, sino hacer todo lo que hiciera falta por ganarse el voto de una mayoría y seguir en el poder a toda costa. Pero fortaleció el movimiento conservador usando despiadadamente los temas culturales para abrir una brecha insalvable entre el trabajador blanco y el Partido Demócrata. Alentó los prejuicios populistas y arremetió contra los snobs y los relativistas que "no creían en el carácter de América". Incorporó a trabajadores, católicos y gran número de sindicalistas al movimiento conservador.

El capital político que los republicanos parecían estar recuperando se vio amenazado con el desprestigio y dimisión del Presidente Nixon como consecuencia del escándalo Watergate. Su sucesor, el moderado Gerald Ford, no parecía tener la personalidad, ni los apoyos y la fuerza para mantener vivo el movimiento. Escogiendo a Nelson Rockefeller para la Vicepresidencia, enfadó a los sublevados contra el sistema, que se organizaron para crear la red que puso en apuros la candidatura de Ford en 1976 e impuso finalmente la de Ronald Reagan en 1980.

En la elección triunfante de Reagan convergieron todas estas fuerzas que germinaron durante años en las capas medias y laterales del Partido Republicano. Reagan predicaba la defunción de la América del New Deal, y su mensaje, envuelto en salvas patrióticas, encarnaba la rebelión de los hombres libres y emprendedores contra el Gobierno que los oprimía. El mensaje era "tú no has dejado el Partido Demócrata, el Partido Demócrata te ha dejado a ti". El objetivo a derrotar era el Establishment que había debilitado la fuerza de la nación con su tolerancia moral y sus escrúpulos pacifistas, contra el que se rebelaban también los "buenos patriotas" y los "verdaderos cristianos".

La dialéctica revolucionaria de Reagan obedecía a las condiciones objetivas del ambiente que se respiraba en el país al final del periodo de Jimmy Carter. Recesión industrial, crisis económica, alta criminalidad, humillación exterior, y desconfianza en los líderes clásicos, constituían un fermento muy oportuno para aquellos que confiaban en convertir su minoría histórica en una apisonadora. Eran poseedores del mensaje anhelado por las masas descontentas que se expresaban, ya no tanto en sindicatos u organizaciones clásicas, sino en parroquias y movimientos como la Moral Majority, reuniones de empresarios del sunbelt o comités creados para la lucha contra la droga o la defensa de los valores patrióticos. Reagan aportó a la batalla su carisma y poder de persuasión.

El más popular frente de masas del movimiento insurgente fue fecundado en las iglesias fundamentalistas del profundo Sur. La sublevación de estos creyentes comportaba barrer a los jueces tolerantes frente al aborto, revocar las leyes liberales de los últimos veinte años, rezar en las escuelas y restaurar la moral. El movimiento parroquial del fundamentalismo del Sur empezó a mover millones de dólares a través de sus vastas redes de medios de comunicación. Se convirtieron en portavoces de amplios sectores de clase baja y media baja, siempre preparados para lanzar campañas contra un Senador liberal o contra una ley permisiva, y de organizar movilizaciones y homenajes para restablecer el buen nombre de "patriotas acosados" como Oliver North durante el Irangate.

Simultáneamente, entre 1981 y 1987 los republicanos lograron dominar el Senado por primera vez en una generación. El caucus republicano del Congreso se volvía cada vez más conservador. La calificación otorgada por la American Conservative Union al grupo republicano en el Congreso pasaría de un 63 sobre 100 en 1972, a un 75 sobre 100 en 1986. El corrimiento de votos no sólo afectaba a los demócratas sino que había desplazado en las propias filas republicanas a sus elementos más progresistas, como el Senador Jacob Javit, de Nueva York, en beneficio de figuras nuevas, más ideologizadas y ajenas a la vieja guardia del partido.

Tras la borrachera de éxito de la era Reagan, que coincidió con uno de los periodos más largos de prosperidad, muchos conservadores tenían la sensación de haberse quedado a medias. Habían revertido la herencia de la Gran Sociedad de Lyndon Johnson, pero aún quedaba mucho que hacer para hacer desaparecer la fuerte herencia del New Deal. Se desilusionaron al comrpobar que la IBM o General Motors no deseaban una Segunda Revolución Americana. Además, muchos de ellos se sintieron defraudados por los nulos esfuerzos del heredero de Reagan, George Bush Sr, por profundizar en esa dirección revolucionaria. Uno de los líderes republicanos de la Cámara de Representantes, el texano Dick Armey, expresaba así su decepción por la Presidencia de Bush padre:

"Cuando Ronald Reagan partió para California el 20 de enero de 1989, George Bush heredó más activos que cualquier otro presidente en la historia. Una economía próspera. Un mundo que despertaba a una nueva libertad. Las ideas socialistas caídas en desgracia... Al ver la agonía del progresismo, los votantes se volvieron hacia George Bush y dijeron: "¡Liquídalo!". En lugar de ello, lo que consiguieron fue una inversión de la revolución de Reagan".

En esos términos debemos entender el surgimiento de la candidatura independiente del populista Ross Perot en 1992. El movimiento conservador había perdido la fe en un presidente comedido que no dudaba en ceder ante los demócratas del Congreso en los debates presupuestarios o buscar el consenso en los organismos internacionales que paralizaban la iniciativa exterior de Estados Unidos. Esto coincidió con la pérdida de una figura fundamental como Lee Atwater, el hombre que mantenía movilizada a la tropa de votantes para apoyar al Presidente.

Atwater observó ya en 1990 la amenaza que representaba un popular gobernador demócrata del estado sureño de Arkansas sobre el voto blanco del Sur. Se propuso parar a Clinton en las elecciones a Gobernador de aquel año antes de que decidiera llegar más lejos. "Vamos a arrojar sobre Clinton todo lo que podamos. Drogas, sexo, mujeres, todo lo que funcione. Ganaremos o no, pero le haremos tanto daño que no podrá volver a presentarse en mucho tiempo". Pero la prematura muerte de Atwater dejaría una maquinaria electoral de la Casa Blanca muy disminuida, y un Bush muy vulnerable.

A pesar de la victoria de Clinton, los republicanos no perdieron la fe en que este podía ser una reedición de la fracasada experiencia de Jimmy Carter. Al fin y al cabo había sido Ross Perot quien distanció a un 18% de los votantes del Partido Republicano, y no Bill Clinton, quien no había mejorado los resultados anteriores de Dukakis. El fracaso de Clinton de hacer avanzar la agenda demócrata en sus dos primeros años de mandato, volvió a revitalizar a los conservadores, quienes recuperando el discurso federalista y con la fuerte inversión de organizaciones punteras de la guerra cultural, como la National Rifle Association o la reflotada Christian Coalition, arrasaron en las legislativas de 1994 y recuperaron el control de las dos cámaras del Congreso por primera vez en cuarenta largos años.

Liderados por el Speaker Newt Gingrich, defendieron una enmienda al equilibrio presupuestario, la limitación de los mandatos y la reforma del sistema de bienestar social. La figura de Gingrich era la de un "primer ministro". El Presidente Clinton se vería obligado a decir que la figura del Presidente "aún cuenta para algo". Pero los republicanos dominarían la agenda nacional en lo que restaba de mandato de Clinton en la Casa Blanca. Por momentos parecía que este sólo se limitaba a firmar y viajar por el mundo. Pero la sección sureña del partido veía en Bill Clinton una amenaza para la supremacía republicana en el Sur y la América Profunda. Esa alarma nos debe servir para entender el empeño por desprestigiar su figura con escándalos sexuales y financieros varios.

Con la llegada del nuevo Siglo, el GOP consolidaría su mayoría parlamentaria y recuperaría la Casa Blanca con una ambiciosa agenda que se propondría apoderarse de muchos de los temas que hasta entonces parecían exclusivos de los demócratas, como la educación o la sanidad. Los intentos de George W. Bush y Karl Rove por perpetuar una mayoría republicana tal como hicieron McKinley y Hanna a las puertas del Siglo anterior, se verían reforzados por los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. Estos ofrecían al Gobierno republicano una ocasión inmejorable, no ya sólo para apelar a los sentimientos patrióticos a los que los demócratas no sabían apelar, sino para utilizar las renacidas exigencias de intervensionismo gubernamental ante la crisis nacional para diseñar una planificación política que inclinara a favor de los principios republicanos el carácter nacional.

Al florecimiento en K Street de cada vez más lobbies vinculados al Partido Republicano y menos al Demócrata, y los resultados históricos de afiliación al partido, que en esta década han alcanzado máximos nunca vistos, igualando e incluso superando por primera vez en algún momento a la afiliación demócrata, se dispararían las ambiciones y quedarían a un lado las prudencias. La Administración Bush supondría el restablecimiento de la superioridad del poder presidencial sobre el poder legislativo. En esta etapa se asiste a un evidente desplazamiento del poder del Congreso hacia la Casa Blanca. Lo que supone revertir la tendencia imperante a partir del escándalo Watergate.

Pero la estrategia de Rove entraña riesgos evidentes. Esta considera que la actividad del votante independiente es generalmente alta, pero que su voto no es leal por carecer de una visión elaborada de los conflictos sociales. Por eso en su opinión hay que volcar más atención en la identificación de colectividades alineadas por objetivos. A corto plazo hay que asegurar una mayoría corta pero fuerte, la base que puedas movilizar estimulando los valores culturales o patrióticos. A partir de ahí, sería esencial ampliar la base de apoyo liberando a aquellas bolsas de votantes cuyo posicionamiento social y político sigue dependiendo de su pertenencia a una clase diferenciada. De ahí los valientes intentos por ganarse el voto hispano tomando la iniciativa en la reforma migratoria, que han precipitado el divorcio entre las bases republicanas y la Casa Blanca de Bush.

La división existente en las filas republicanas en torno al debate migratorio supone una de las dos grandes amenazas que ponen en peligro la coalición electoral que ha permitido al GOP ser la fuerza dominante en las últimas décadas. Ya en los años 90 vimos en pequeña escala los peligros de abrazar el populismo ultra al enfrentar el problema. En California, el Gobernador republicano Pete Wilson vio en el tema de la inmigración un argumento ideal para ganar las elecciones. Pete Wilson era un republicano moderado, alejado de los extremismos, pero comprendió que con una actitud intransigente frente a la inmigración conseguiría más votos y derrotaría sin problemas a sus rivales. Apoyó con entusiasmo la Proposición 187 que negaba el acceso de los inmigrantes hispanos a los programas de bienestar social del estado. Lo hizo con una brutal campaña televisiva en periodo electoral que le dio muy buenos resultados electorales.

Pero a Wilson le faltó visión de futuro. Simplemente quería ganar aquella elección. Pero aquella actitud que le hizo ganar la gobernación de California en aquel momento, se ha convertido con el tiempo en un lastre para el Partido Republicano de California. En la última década, como era previsible, la población hispana de California se ha multiplicado hasta superar niveles del 40% de toda la población del estado. Para estos el Partido Republicano es Pete Wilson y la Proposición 187. Así, en California los hispanos votan demócrata en porcentajes muy superiores a los del resto del país. Ahora los republicanos enfrentan un dilema similar a nivel nacional. Se encuentran entre la necesidad de evitar que el voto hispano deje de ser competitivo, y la necesidad de agradar a sus bases tradicionales que jamás aceptarán cualquier paso que se aproxime en lo más mínimo a una amnistía de ilegales.

La otra amenaza que pende sobre la hegemonía republicana es el distanciamiento de dos sectores fundamentales de la coalición: los conservadores fiscales y los conservadores sociales. Como ya hemos dicho, la coalición republicana de las últimas décadas fue activada por la moda del capitalismo químicamente puro y el atractivo de las normas del riesgo que llegaban del Oeste. Esto coincidió con la deriva demócrata en el ámbito de los valores morales y el avance republicano en el Sur conservador. Esa unión entre el espíritu libre del Oeste y el espíritu conservador del Sur fue posible gracias a las inclinaciones federalistas de ambas tendencias y su desconfianza hacia el Gobierno.

Un matrimonio bien avenido cuando luchan contra un enemigo común identificado con el poder dominante. Una coalición que se ha fortalecido y resurgido con fuerza cada vez que ha sido apartado de las responsabilidades de Gobierno. En gran medida porque es una coalición de ideas más que de resultados. Llena de contradicciones que relucen más cuando toca gobernar y llevar el peso de la responsabilidad. Su tremendo éxito en los últimos años ha sido indudable. Pero es ahí donde comienzan sus problemas. En el éxito que conduce a pasarse de revoluciones.

George W. Bush se ha enfrentado desde el primer momento a una eterna insatisfacción de las bases. Ronald Reagan contó con un Senado favorable de sólo 51 escaños sobre 100 y una Cámara de Representantes controlada por los demócratas. Esto hacía que mucha de su inacción y contradicción al hacer avanzar la agenda conservadora fuese disculpada por las bases, guiándose más por sus palabras que por sus hechos en muchos casos. Pero en los años de Bush, ha existido un control total de los republicanos sobre la política parlamentaria. Esto ha actualizado las exigencias de las bases que no han visto excusas para no llevar adelante la reforma de las pensiones y otras iniciativas.

El Presidente Bush ha satisfecho en gran medida las exigencias de los conservadores sociales, hasta que con los intentos de reforma migratoria los ha cabreado como nunca. Los conservadores fiscales, por su parte, se han visto marginados desde mucho antes. Bush disparó el gasto público en su primer mandato, estableció aranceles para el acero, creó 20,000 nuevos puestos de trabajo para funcionarios federales al federalizar la seguridad en los aeropuertos y firmó la mayor factura agraria de la historia con subvenciones a los agricultores.

El partido se ha identificado mucho más con los conservadores sociales. Esto le asegura el fuerte control sobre el Sur y centro del país, pero le puede generar problemas en otros lugares. Puede ser particularmente peligroso en ciertos estados del Oeste y Medio Oeste, donde comparten muchos valores culturales con el Sur, pero votan menos pensando en temas como el aborto, y más pensando en la disciplina fiscal o la libertad individual simbolizada en la Segunda Enmienda. Si decepcionan a una parte de la coalición, eso se traduce en desmotivación a la hora de votar.

Eso no significa que la coalición se resquebraje, ya que los demócratas no parece que vayan a hacerse con el apoyo de muchos republicanos descontentos. La amenaza es que los demócratas avancen entre el electorado independiente y, sobre todo, se aprovechen de la falta de actividad de una base republicana desmovilizada que no encuentre argumentos para ir a votar. Ese será el gran desafío que tendrá que enfrentar en el futuro próximo el Partido Republicano.

martes, 28 de agosto de 2007

La Estrategia Sureña por Lee Atwater

En la imagen: Stuart Spencer, Ronald Reagan y Lee Atwater (derecha) a bordo del Air Force One en la campaña electoral de 1984. (hacer click para ampliar imagen)








Como anticipo a mi próximo artículo sobre la evolución histórica del Partido Republicano, en una entrevista de 1981 publicada en Southern Politics por Alexander Lamis, el difunto Lee Atwater, quien es acusado incluso de haber acabado con la música funk, nos explica con su habitual crudeza en qué se basaba la famosa Estrategia Sureña del GOP para hacerse con el voto del trabajador hombre blanco del Sur en nombre del "federalismo" y los "derechos de los estados". Todo era bien simple según él.

"As to the whole Southern strategy that Harry Dent and others put together in 1968, opposition to the Voting Rights Act would have been a central part of keeping the South. Now the new Southern Strategy of Ronald Reagan doesn’t have to do that. All you have to do to keep the South is for Reagan to run in place on the issues he’s campaigned on since 1964… and that’s fiscal conservatism, balancing the budget, cut taxes, you know, the whole cluster…

You start out in 1954 by saying, "Nigger, nigger, nigger." By 1968 you can't say 'nigger'—that hurts you. Backfires. So you say stuff like forced busing, states' rights and all that stuff. You're getting so abstract now that you're talking about cutting taxes, and all these things you're talking about are totally economic things and a byproduct of them is that blacks get hurt worse than whites.

And subconsciously maybe that is part of it. I'm not saying that. But I'm saying that if it is getting that abstract, and that coded, that we are doing away with the racial problem one way or the other. You follow me—because obviously sitting around saying, "We want to cut this," is much more abstract than even the busing thing, and a hell of a lot more abstract than "Nigger, nigger."

Los Edwards en Face the Nation

Amplia entrevista a John y Elizabeth Edwards en la última edición de Face the Nation de la CBS con el inmarcesible Bob Schieffer.

Parte I



Parte II

lunes, 27 de agosto de 2007

¿Larry Craig? No conozco a ese hombre

El equipo de Mitt Romney se ha apresurado a borrar cualquier rastro del Senador Larry Craig de su organización de campaña y su canal de Youtube. Os preguntaréis por qué. Craig, republicano de Idaho al que me consta que han votado muchos vascos residentes en dicho estado, era uno de los apoyos políticos estelares que Team Romney lucía con orgullo. Senador de impecables credenciales conservadoras, antiguo presidente del Republican Policy Committee del Senado, con una calificación de 96 sobre 100 para la American Conservative Union, estaba ejerciendo desde febrero de enlace oficial de la candidatura de Mitt Romney en el Senado.

Pues bien, hoy hemos conocido, hasta hoy no había trascendido la noticia, que el honorable Senador fue arrestado el pasado mes de junio por la polícía de Minneapolis-Saint Paul por presunta conducta lasciva en el baño de un aeropuerto. Para entendernos, el hombre fue sorprendido mientras buscaba entablar contacto sexual con otros hombres en el urinario. Él niega que esas fueran sus intenciones, pero se ha sabido que fue condenado a pagar una multa de 500 dólares.

Naturalmente, Romney ha decidido prescindir de sus "servicios". El primer movimiento ha sido hacer desaparecer un video en el que Larry Craig aseguraba estar apoyando al Gobernador Romney por "sus fuertes valores familiares" que aseguraba compartir.

Jefes del Pentágono

Os propongo un viaje virtual por la historia del Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Lo podéis hacer a través de las biografías en español que he ido haciendo para Wikipedia en los últimos meses de todos los Secretarios de Defensa desde la Administración Nixon hasta la actual Administración Bush.

No son biografías que se limiten sólo a exponer en forma de telegrama el currículum de los protagonistas. He tratado de profundizar de manera especial en lo que hizo cada uno al frente de ese gran monstruo burocrático y militar de nuestro tiempo que es el Pentágono. A través de las biografías podemos ir viendo cual ha sido la evolución de las políticas de Defensa de EEUU en diferentes etapas de su historia moderna, y la manera en que cada administración enfrentó algunas de las crisis mundiales que tocaron enfrentar.

Actualmente estoy actualizando las biografías de los Secretarios de Defensa de las administraciones Kennedy y Johnson, Robert McNamara y Clark Clifford, pero creo que la selección que he logrado hacer hasta ahora ya es bastante buena como para poder presentarla. Espero que os guste a todos aquellos interesados en la historia reciente de los Estados Unidos.

George Allen busca reinsertarse en política

Cuando todo el GOP ya lo miraba con cierta lástima por lo que pudo haber sido y no fue, el blog washingtoniano del Chicago Tribune insinúa que el ex Senador George Allen (R - Virginia) parece dispuesto a demostrar que aún no es un cadaver político. No os penséis que haya reconsiderado su entrada en la carrera presidencial para 2008. No. Estaría ideando una estrategia de más largo recorrido. Su objetivo inmediato sería volver a convertirse en Gobernador de Virginia en 2009 y después ya se verá. Volver a reconstruir su carrera política desde sus inicios -ya fue Gobernador de Virginia entre 1994 y 1998-.

Allen fue uno de los grandes derrotados en las elecciones del pasado mes de noviembre. No sólo porque perdiera su escaño, sino porque perdió la oportunidad de su vida para dar el gran salto a la política presidencial. Todo el desconcierto que reina actualmente de cara a unas primarias presidenciales republicanas en las que no parece haber un favorito indiscutible, es en el fondo la consecuencia de la inesperada derrota de este hombre el año pasado. Poco antes de su caída en desgracia, en un sondeo realizado por el National Journal entre 175 insiders de Washington DC, gente con peso en el aparato del partido, el nombre de George Allen aparecía como front-runner para la nominación republicana en 2008.

El Senador reclutó a estrategas nacionales de la talla de Mary Matalin para preparar su gran aventura una vez resolviera "el trámite" de su reelección para el Senado. Pero un absurdo gaffe en el verano de 2006 lo llevó directo a una vergonzante derrota contra el demócrata Jim Webb -el más vibrante reaccionario de derechas que haya competido por un cargo electo por el Partido Demócrata desde el Presidente Grover Cleveland, dicho sea de paso-. En un acto de campaña, Allen llamó "macaca" a un simpatizante de su rival que trataba de increparle, el video circuló por Youtube y la blogosfera hasta que la gran prensa se hizo eco. Desde ese mismo momento, sólo por ese episodio, George Allen se convirtió en un "racista intolerante e inaceptable" y nada importó que su trayectoria política no fuese precisamente racista...

Así los medios afines a los demócratas se deshicieron del presumible front-runner republicano antes de que diera comienzo la batalla por las presidenciales de 2008. A partir de entonces, a George Allen se le adjudicó la etiqueta de perdedor y sus ambiciones presidenciales fueron neutralizadas de golpe. Fue un gran "ataque preventivo" de los demócratas, aunque tal vez así perdieron la ocasión de tener en 2008 enfrente a un rival más destemplado y propenso a los gaffes que los nombres que ahora se barajan. Igual lo echan de menos.

domingo, 26 de agosto de 2007

Zbigniew Brzezinski apuesta por Obama

Destacado apoyo el que ha recibido esta semana el Senador Barack Obama para su carrera presidencial. Ni más ni menos que la del doctor Zbigniew Brzezinski. Considerado durante años el "Henry Kissinger de los demócratas", este hombre católico de origen polaco fue uno de los cerebros más agudos de la Comisión Trilateral.

Protegido de los Rockefeller, profesor de Asuntos Soviéticos en las universidades de Harvard y Columbia entre los años 50 y 70, y actualmente de Política Internacional en la Johns Hopkins University, su apoyo y consejo no le servirá a Obama para ganar nuevos adeptos entre las bases que siempre lo observaron con recelo por su inclinación a la colaboración bipartidista, siendo apodado como "consejero del imperio" por la izquierda. Pero sí otorgará un grado de seriedad y credibilidad considerable a las formulaciones sobre política exterior que el inexperto candidato haga de aquí en adelante. Además, por supuesto, de ponerlo en estrecho contacto con los hegemonistas del Council on Foreign Relations, el Center for Strategic and International Studies de Georgetown, y otros invernaderos ideológicos donde se expresan los grandes pontífices del pensamiento diplomático norteamericano.

El nombre de Zbigniew Brzezinski comenzó a atraer la atención de los políticos y los medios cuando, a principios de los 70, advirtió en un artículo en la revista Foreign Affairs de los riesgos del declive del poder imperial norteamericano y una recomposición de hegemonías planetarias a las que debía corresponder una nueva política de Washington. Jimmy Carter, entonces otro candidato inexperto en el campo de las relaciones internacionales, lo incluyó en su equipo de expertos por recomendación de la entonces joven Trilateral. Como Consejero de Seguridad Nacional del Presidente Carter, Brzezinski jugaría el papel de halcón reticente dentro de la Administración, frente a la paloma Cyrus Vance, Secretario de Estado y también destacado trilateralista.

El pesismismo o realismo lúcido de Brzezinski chocó frecuentemente con la visión de Carter, inspirada más en el moralismo wilsoniano que en el equilibrio de poderes teorizado por Metternich o la doctrina del containment elaborada por George Kennan, los dos maestros del realismo. Varias veces bromeó sobre sus diferencias con el Presidente, con frases que han pasado a la historia como aquel "Juan Pablo II nació para ocupar la Casa Blanca y Jimmy Carter nació para ser Papa".

Tachado por sus detractores como "el hombre obsesionado con los rusos", Brzezinski artículó un plan de juego revolucionario conocido como "binomio decoupling-intervención". Vislumbraba un cambio para la Alianza Atlántica en una redistribución estratégica global, la configuración de una alianza remozada y fortalecida en una red de fuerzas de acoso al imperio soviético. El decoupling de Europa tenía un lugar táctico en su plan de juego. Abogaba por un repliegue y una redistribución de los contingentes militares estacionados fuera de Estados Unidos, para desplegarlos así en una fuerza de intervención rápida en el Golfo Pérsico o en América Central, lugares en los que la influencia soviética se estaba haciendo sentir.

Al mismo tiempo, en tierras europeas, aceptaba una cierta neutralidad o tierra de nadie en las orillas del Elba, pero necesitaba un bastión fortificado en España, de ahí la necesidad de acelerar su proceso de integración en los organismos trasatlánticos, y un mayor compromiso de la orgullosa Francia. Fuerte bastión defensivo Londres-París-Madrid. En términos económicos, mayor articulación con el Pacífico que con el Atlántico y la concepción de "Ameripón", un núcleo bilateral con la proyección tecnológica y estratégica de Japón.

Pero la trayectoría del audaz profesor Brzezinski estaría también repleta de capítulos más oscuros, oscuros como el Consejo de Seguridad Nacional que dirigió entre 1977 y 1981. En este periodo la estatua del Sha Pahlevi, un fiel aliado de EEUU en Oriente Medio, caía hecha pedazos por las turbas iraníes, y simultáneamente el Ejército Rojo de la URSS invadía Afganistán con 110,000 tropas terrestres. Ante tales acontecimientos, que parecían confirmar una correlación de fuerzas mundiales que certificaba en forma alarmante los antiguos vaticios de Brzezinski, Washington comenzó a ejecutar las ya famosas operaciones de ayuda encubierta a los muyahidines afganos. Concretamente el 3 de julio de 1979, bajo supervisión del CSN de Brzezinski, se firmó la primera directiva sobre la después tan criticada asistencia clandestina a los opositores del régimen pro-soviético de Kabul.

También ante la inminente revolución iraní, Zbigniew Brzezinski fue el máximo valedor de la estrategia de apoyar hasta el último momento al ya debilitado Sha de Persia. Llegando incluso a sujerir la intervención militar de los Estados Unidos para mantenerlo en el poder. Una vez consumada ya su caída, la estrategia de contraataque se basaría en presionar a Saddam Hussein a atacar a Irán. En la primavera de 1980, Zbigniew Brzezinski indica que Washington está dispuesto a cooperar con Saddam. Le asegura que Estados Unidos no se opondrá si se apodera del suroeste de Irán. También convence a los gobiernos amigos de Kuwait y Egipto para que aconsejen a Iraq atacar Irán. En cierto modo, estos movimientos serían el precedente de las estrategias de la guerra encubierta de proporciones multicontinentales que Estados Unidos pondría en funcionamiento en la década de los 80 hasta la caída de la URSS.

Mirando al 2008, Brzezinski afirma haberse decidido por Obama por considerar las propuestas de política exterior de Hillary Clinton "demasiado convencionales". Se une así a otros pesos pesados como Lee Hamilton, Ted Sorenson o David Ignatius que comparan al Senador por Illinois con John F. Kennedy. Probablemente uno de los primeros efectos del apoyo público de Brzezinski a la candidatura del Senador Obama pueda ser la integración de Mark Brzezinski, hijo de Zbigniew, en el equipo de asesores de política exterior del Senador. Ya en 2004 el Senador John Kerry reclutó a Mark en su grupo de trabajo.

De ser así, se uniría a un grupo encabezado por la joven periodista ganadora de un Pulitzer, Samantha Power, considerada la gurú de Obama para los asuntos de política exterior, y a otros experimentados oficiales del Gobierno como el que fuera Consejero de Seguridad Nacional en el primer mandato de Bill Clinton, Anthony Lake, o veteranos del Departamento de Estado como Susan Rice o Gregory Craig.

Video: Zbigniew Brzezinski habla en Bloomberg TV sobre su decisión de apoyar a Barack Obama.

sábado, 25 de agosto de 2007

Polémica Thompson-Fox News

Los seguidores de Fred Thompson están perdiendo la paciencia con la cobertura negativa que, en su opinión, el canal Fox News ofrece sobre su (aspirante a) candidato. No es ningún secreto que a Rupert Murdoch le gustaría ver a Rudy Giuliani en la Casa Blanca, y esto se deja notar cada vez más en el tratamiento que sus medios están haciendo de la disputa interna republicana.

No les falta razón a los Thompson supporters cuando expresan su amargura contra la Fox News, pero también deberían comprender los riesgos a los que exponen a su candidato al optar por un enfrentamiento abierto contra el canal de noticias más seguido del país, y más cuando estamos ya a pocas semanas de su presumible entrada en la carrera.

Video: reportaje de Fox News sobre el discurso de Fred Thompson ante los Veterans of Foreign Wars hace cuatro días. En él se insinúa que el candidato no está preparado para la aventura.

viernes, 24 de agosto de 2007

Comparativa de los números de los dos front-runners

La última encuesta de Pew Research analiza los números de los dos presuntos front-runners, Hillary Clinton y Rudy Giuliani. Indica que el apoyo a Hillary entre sus bases es fuerte pero no logra ampliar ese apoyo más allá del electorado que ya controla. Giuliani, por contra, cuenta con un apoyo menos apasionado entre sus fieles pero gusta en un sector más amplio del electorado.

Giuliani es visto favorablemente por el 84% de los republicanos, de los cuales sólo el 21% le dan la calificación de muy favorable. Hillary es vista favorablemente por el 88% de los demócratas, con 38% de ellos que la ven como muy favorable. Pero en cambio, Giuliani gusta al 47% de los demócratas, mientras a Hillary sólo la aprueban el 19% de los republicanos. Entre los independientes también Giuliani sale ganando. Cuenta con la opinión favorable del 64% de ellos, frente al 53% de independientes que consideran favorablemente a Hillary.

Romney, el federalista

El Gobernador Mitt Romney está buscando recuperar audazmente un argumento muy popular en la cultura política de los Estados Unidos. La limitación de la intervención federal sobre la legislación de cada estado. Hace un par de días, en una visita a Nevada, abogó en favor de un enfoque federalista para la resolución de preocupaciones prioritarias en el Oeste, como las políticas del agua o la gestión de las tierras. También abogó por otorgar mayor poder de decisión a los estados en materia de política educativa o aborto.

Censuró el Roe vs. Wade y defendió que las asambleas legislativas de cada estado puedan regular de manera independiente el aborto. Argumento muy popular entre los conservadores, muy bien estudiado y elaborado por muchos expertos legales en los últimos años, ya que deslegitima la decisión del Tribunal Supremo, no acusándola de inmoral, sino presentándola como una decisión anacrónica y antidemocrática.

El objetivo de esta alternativa no sería volver a regular el aborto a nivel nacional, sino posibilitar que sean los representantes electos en las Asambleas de cada estado los que decidan libremente el tipo de regulación que quieran adoptar al respecto, rechazando cualquier imposición de un órgano federal como ocurre actualmente. Esta es una teoría de bases muy democráticas que puede ser vendida con facilidad no sólo entre aquellos que se oponen al Roe vs. Wade por motivos personales o morales. Puro federalismo.

Pero la semana federalista del Gobernador Romney no terminó ahí. Hoy mismo, en un discurso en Florida, ha utilizado el mismo argumento aplicado también a la sanidad. Como Gobernador de Massachusetts extendió la cobertura médica a medio millón de ciudadanos que no disponían de seguro. Pero no piensa imponer su experiencia en Massachusetts a todo el país. Descarta cualquier decreto federal directo y propone dejar a la gente, a través de los representantes electos en las legislaturas estatales, elegir qué tipo de régimen regulatorio quieren para su estado.

El actual programa de Medicaid es manejado mayormente por los propios estados, pero la mayor parte de sus fondos los aporta el Gobierno federal, lo cual asegura que ninguna decisión estatal se ejecute sin la aprobación directa de las instituciones federales. Romney promete ofrecer mayor flexibilidad a la posición de cada estado para negociar en el mercado los mejores precios de los costes de la salud. Potenciar el enfoque federalista y convertir a los estados en "laboratorios de innovación y creatividad" en sus palabras. Lo que busca es demostrar que un republicano no tiene por qué estar a la defensiva en una parcela (la sanidad) cuya exclusiva siempre han parecido tener los demócratas. Entre la teoría y la aplicación práctica hay un gran trecho, pero sobre el papel esta es una formulación con gancho electoral.

jueves, 23 de agosto de 2007

El Partido Demócrata ayer y hoy

El Partido Demócrata se fundó en el siglo XIX sobre la base de viejos principios jeffersonianos como el igualitarismo, la democracia liberal, las inclinaciones humanitarias, etc. Todas ellas ideas surgidas de la admiración que Thomas Jefferson sentía por la Revolución Francesa. También el partido mostró desde muy temprano un gusto por la descentralización, haciendo suyas las posiciones contrarias a un poder central efectivo. Este posicionamiento sería deudor del gran sueño de Jefferson: que la popular y humilde América rural se impusiera siempre a la exclusiva América industrial de los patricios.

A partir de esos ambiguos principios constitutivos, la evolución del partido estaría condicionada por la evolución de la propia Nación Americana. Una vez concluída la famosa "conquista del espacio norteamericano" con la conquista gradual de nuevos territorios, la Unión se extendió hacia el Sur y el Oeste; la atracción por las nuevas tierras fue fuerte y muchos colonos se desplazaron por oleadas hacia esos nuevos territorios en los que se asentarían.

Se conformó así una nación geográficamente muy diversa, con regiones muy distintas entre sí, y cada una con su propia especialización. La estructura social de cada región adoptó una fisonomía social particular y propia, sobre todo con dos mundos claramente contrapuestos: en el Norte dominaban los patricios enriquecidos con el tráfico marítimo, la banca y la nueva industria. En el Sur se creó una especia de aristocracia calvinista de grandes plantadores que llevaban el mismo tipo de vida que las comunidades del siglo XVIII, y que despreciaba a los "yankees" del Norte. Por su parte, en el Oeste apareció un nuevo tipo de estadounidense aventurero, individualista, enamorado de la libertad y la igualdad, que no apreciaba más que el valor personal... el prototipo de "selfmade man".

Las políticas de las administraciones federales favorecían de forma descarada al Noreste capitalista, lo cual provocó el descontento del Sur y el Oeste, principalmente en lo que se refería a dos medidas concretas: la valorización del dólar -pioneros y plantadores, cargados siempre de deudas, deseaban siempre una devaluación de la moneda- y el proteccionismo aduanero, que favorecía a la industria y perjudicaba a la agricultura. Para hacer frente a esa realidad, una coalición de intereses del Sur y del Oeste llevó a la Presidencia al General Andrew Jackson (1829-1837), el primer Presidente perteneciente al Partido Demócrata.

La elección de Jackson trajo consigo, entre otras medidas, la suavización de las tarifas aduaneras, la anulación del privilegio de la banca central o la introducción de una ley anti-burocrática que buscaba impedir la creación de una casta burocrática en Washington DC. Medidas, todas ellas, de corte claramente descentralizador, encaminadas a menguar el poder del Gobierno federal sobre el individuo.

Con esta potente coalición de hombres del Sur y el Oeste, el Partido Demócrata estaría en el poder de manera casi ininterrumpida hasta 1861. Durante este tiempo, los políticos del Sur alcanzaron una creciente influencia en el partido hasta controlarlo por completo, haciendo de la defensa de la esclavitud uno de sus principios esenciales. El cada vez más acalorado debate de la cuestión esclavista provocó un acercamiento de las sociedades del Oeste con las del Noreste, y produjo la primera escisión del partido antes de la Guerra de Secesión.

Los escasos demócratas que había en el Norte y muchos otros pertenecientes a la más poderosa sección del Oeste, abandonaron el partido para unirse al Partido Nacional-Republicano y fundar un partido anti-esclavista, el actual Partido Republicano (que ya será objeto de análisis en otro post). El GOP de Lincoln reunió a todos los anti-esclavistas y llegó al poder en 1861. La derrota dejó al Partido Demócrata limitado únicamente al rol de representante de los plantadores esclavistas del Sur, lo que lo condenó a estar apartado del poder durante varias décadas una vez que el Norte ganara la Guerra.

Los últimos años del Siglo XIX y primeros del XX, fueron triunfantes para el joven Partido Republicano que se adjudicó la representación de la pujante y desarrollada América industrial frente a la América rural y atrasada que siguió abrazada a los demócratas. El Sur estaba arruinado y el Partido Demócrata también. Esto parecía que significaba el final definitivo del viejo sueño de Thomas Jefferson.

Mientras el capitalismo de los industriales adquiría cada vez mayores dimensiones y traspasaba las fronteras nacionales, los demócratas sólo pudieron recuperar la Casa Blanca debido a la división interna de los republicanos en las elecciones presidenciales de 1912. Fue de la mano de Woodrow Wilson (1913-1921), un hombre idealista que supo responder a la necesidad de extender el área de influencia del país en el exterior apelando al humanitarismo, al tiempo que mantenía bajo control el nacionalismo hegemonista publicitado por la gran industria.

Pero si el gran legado global de Wilson fue establecer las bases de la justificación providencialista del papel activo de EEUU en el mundo, su legado en el desarrollo histórico del Partido Demócrata sería la recuperación del electorado obrero del Norte, cada vez más descontento con sus condiciones de vida, al mismo tiempo que mantenía su patronaje sobre el voto racista del Sur. Una coalición de conveniencia entre diferentes sectores descontentos. La atracción de los obreros industriales se debió a medidas como la reducción del derecho de aduanas, combatiendo la presión de los omnipotentes financieros o creando un impuesto progresivo sobre la renta. También la Administración Wilson extendió el derecho del voto a las mujeres en 1920.

En esa etapa el Partido Demócrata comenzaría ya a adoptar muchas posiciones progresistas ante la necesidad de ampliar su electorado. Aunque seguiría sin hacer el más mínimo esfuerzo por resolver el "problema negro". Los negros, expulsados por la miseria del Sur y atraídos por la industria del Norte, habían comenzado una amplia migración interior. En otros campos, los excesos internacionalistas del Presidente Wilson llevaron en la década de los años 20 a una reacción aislacionista de los votantes que volvieron a situar a los republicanos en el poder. Las ideas sobre una Sociedad de Naciones preconizadas por Wilson empezaron a asustar a muchos sectores de la sociedad norteamericana que las veía como una amenaza hacia su independencia y libertad.

El periodo Wilson parecía un pequeño oasis en mitad de un largo desierto para los demócratas. Pero tras el crack económico de 1929 y la consecuente Gran Depresión con el aumento espectacular del club de los descontentos, llegaría el gran momento del Partido Demócrata. Alrededor de la figura del carismático Franklin Delano Roosevelt conseguirían construir en los años 30 y 40 una de las coaliciones sociales más potentes y duraderas de la historia de los Estados Unidos. Esa gran coalición estaría conformada por: sindicatos, intelectuales, clases medias liberales, obreros industriales, hijos de inmigrantes (irlandeses, italianos...), minorías religiosas, agricultores y granjeros afectados por la crisis, y los trabajadores blancos pobres (racistas) del Sur. Una coalición singular y heterogénea en la que los sectores intelectuales progresistas de las zonas avanzadas del país compartían con los cada vez más empobrecidos racistas del Sur, el apoyo a los programas de planificación económica promovidos por la Administración Roosevelt.

Franklin Roosevelt utilizó la expansión del protagonismo del Gobierno en la economía nacional para empezar a tejer toda una red que crease relaciones de dependencia entre los programas gubernamentales y los votantes. Por ejemplo, fundando la Seguridad Social o creando empresas públicas estatales encargadas de llevar luz eléctrica a las áreas rurales del país, lo que le garantizaba el voto en masa de los habitantes de esas áreas.

Esta coalición se mantuvo intacta también con Harry Truman, y en los años de Gobierno del republicano Dwight Eisenhower, prácticamente hasta la década de 1960. Aunque ya en 1948 se asistió a un avance de la progresiva desintegración de la coalición. Las generaciones más jóvenes de políticos demócratas comenzaron a mostrar tímidas tendencias antisegregacionistas que ofendían abiertamente a la sección sureña del partido y desencadenaban las rebeliones de los granjeros propietarios sudistas. Ese año, figuras emergentes del partido como Paul Douglas, John Shelley o Hubert Humphrey presionaron para que la plataforma electoral apoyara una firme resolución de apoyo a los derechos civiles, provocando el abandono de las delegaciones de Mississippi y Alabama para formar su propio partido, el Dixiecrat (dixie de Sur). Los dixiecrats acusarían a los nuevos demócratas de intentar a quitarles a los estados todos sus derechos ancestrales y aumentar el control federal sobre sus vidas. La escisión no evitó una nueva victoria demócrata.

La confianza que otorgaba a los demócratas el haber logrado mantener la plaza sureña en las elecciones de 1952 y 1956 contra un rival potente como el General Eisenhower, los llevaría en los años posteriores a reclamar abiertamente el fin de la segregación racial en la plataforma electoral de John F. Kennedy. Confiaban en mantener el voto pobre del Sur. Al fin y al cabo el Partido Republicano había sido la formación anti-sureña que había condenado a los sudistas a la ruina. Creían que nunca confiarían en ellos. Tal era la confianza de los demócratas de Washington DC en su relación con el Sur, que llegaron al punto de pasar por el Congreso la llamada Ley de Derechos Civiles (Civil Rights Act) y conseguir su aprobación en 1964, a pocos meses de una cita electoral. Cuentan que el Presidente Lyndon Johnson, prominente sureño él mismo, vio rápidamente el peligro de la maniobra y advirtió del resquebrajamiento del tradicional pacto entre demócratas y sudistas.

La Ley de Derechos Civiles tuvo un efecto inmediato y dramático en la configuración del mapa electoral de los Estados Unidos. En las elecciones presidenciales de 1964, los demócratas arrasaron con Lyndon Johnson y su programa de reformas sociales conocido como Gran Sociedad, presentada al gran público como una extensión del New Deal de Roosevelt, pero fueron vergonzantemente derrotados en el Sur. Estados sureños que no habían votado republicano desde el Siglo XIX, o alguno de ellos nunca en la historia, votaron en el 64 por un candidato republicano que a nivel nacional apenas llegó al 40% de los sufragios.

A partir de esa fecha comenzaría una larga pesadilla para el partido. Exaltados por la Guerra de Vietnam, afloraron en la sociedad nuevas preocupaciones propias de clases acomodadas como el cuestionamiento de la fuerza militar, el desarrollo de la identidad, la experimentación con las drogas o la sensibilización por el medio ambiente. Era la consecuencia del éxito de las políticas demócratas y el fortalecimiento de la clase media. Las privaciones materiales que habían ayudado a mantener unida a su base electoral, ya eran sólo problemas que afectaban a una minoría de la sociedad.

La gran maquinaria política que el DNC había puesto en marcha para controlar sus votos a través de grandes sindicatos, subvenciones y agencias gubernamentales varias ya no era un mecanismo efectivo. El partido se desangraba. Tiraban de él idealistas e intelectuales de izquierdas, demócratas por ideología por un lado, y archiconservadores culturales del Sur por el otro, demócratas por considerar a estos el partido de la gente trabajadora. Las dos castas que supieron converger en pro de un bien común en los años 30, se distanciaban de acuerdo mayor era el éxito de la vieja coalición y volvían a primer plano los argumentos y las ideas que antes habían quedado apartadas por las necesidades materiales.

Las elecciones presidenciales de 1972 serían la mejor expresión de la pérdida de poder de las organizaciones que habían dominado el debate interno en el partido en las cuatro décadas anteriores. Eran desplazadas por organizaciones de nueva creación que se movilizaban en nombre del anti-militarismo, los derechos civiles de las minorías, la libertad sexual, el feminismo o el aborto. Temas que hasta entonces habían ocupado un lugar marginal en el programa del Partido Demócrata. Asuntos que hasta entonces parecían exclusivos de la comunidad intelectual y académica, ahora eran caballos de batalla de gente corriente.

Sólo la mala prensa de Nixon y sus errores en el caso Watergate parecían dar un respiro al Partido Demócrata. Con los republicanos cargando con el pesado lastre del primer presidente dimisionario de la historia y la vergüenza del escándalo político, los demócratas parecieron recuperar su impulso en el Congreso y más tarde en la Presidencia con la elección de Jimmy Carter. Carter puede ser considerado como una excepción histórica, su ascenso se debió al cansancio general existente con el político profesional, y su ajustada victoria fue en parte gracias a la recuperación parcial del voto rural y evangélico que se sentía inspirado por la historia personal de este cacahuetero baptista de Georgia.

Pero ese era sólo un voto prestado. Carter no había conseguido construir una coalición propia. Sus intentos por actualizar la presidencia de Woodrow Wilson pronto se vieron abortados por la paupérrima situación socio-económica interna, el fracaso de las políticas de planificación, ayuda social y renovación urbana, y la quiebra de los programas gubernamentales de la década anterior, así como por el desgaste del liderazgo mundial de EEUU.

Los republicanos se adelantaron en su denuncia de las deficiencias del sistema imperante en las cinco décadas anteriores, mientras los demócratas quedaron anclados a las decadentes organizaciones sindicales, en la defensa del liberalismo (liberalismo en el sentido anglosajón) tradicional y la confianza ciega en la posibilidad de reflotar tímidos programas sociales que les permitieran volver a reunir un electorado dependiente de alguno de los brazos del Gobierno que ellos controlaran.

En los doce años de Gobierno republicano (1981-1993), el Partido Demócrata parecía haber dejado de ser un partido referente, y haberse convertido en un partido de minorías marginales. Secuestrado en las cuatro paredes de las grandes universidades del Este. Incapaz de llegar al electorado con sus propuestas de gestión de los problemas cotidianos, apelaba a nivel nacional a valores culturales progresistas (aborto, control de armas, dudas sobre la pena de muerte...). A nivel local seguía siendo una organización fuerte también en algunas zonas del Sur o la América Profunda. Esta circunstancia se debía a las diferencias dentro del partido antes mencionadas. Esto hacía posible que, por ejemplo, los estados del Deep South votaran en masa por el republicano Reagan en las presidenciales, al tiempo que elegían Gobernadores demócratas, incluso Senadores, que nada tenían que ver con el aparato del Partido Demócrata instalado en Washington DC.

Así, cuando en 1992 decidieron presentar para una elección general a Bill Clinton, Gobernador centrista del estado sureño de Arkansas, el estado más pobre de la Unión, consiguieron recuperar parte del Sur y el Oeste que en las 3 elecciones anteriores habían perdido por completo. Y, ¿qué hizo Clinton para lograrlo? A la vez que mantenía el apoyo de las minorías consolidando la cultura de la tolerancia, supo volver a atraer a la clase media y a una buena parte de los trabajadores blancos del Sur. ¿Cómo? Declarando que compartía gran parte del ideario republicano, decretando la defunción del Gran Gobierno, y dejando a estos sin un mensaje diferenciado; demostrando que el Partido Demócrata podía cubrir todo el espectro político norteamericano, incluído el Nuevo Sur, identificándose de nuevo con el ideal jeffersoniano adaptado a la primacía de la cultura popular, y garantizando que podía asumir cualquier proyecto no demócrata sin prejuicios cuando sus proyectos fuesen rechazados.

Aunque paradójicamente, coincidiendo con los triunfos electorales del Presidente Clinton, el partido perdió posiciones en el Congreso. Esto se debía a que el liderazgo demócrata nacional, especialmente en las cámaras legislativas y los centros de poder paralelos de Washington DC, seguía monopolizado por los demócratas "clásicos" que controlaban la agenda del partido, cada vez menos, y la gente no estaba dispuesta a que con una mayoría en el Congreso, ese partido que ya no les gustaba tuviera más poder que el presidente que sí les gustaba porque no lo identificaban tanto con la reciente trayectoria del partido que lo cobijaba. La pérdida de las dos cámaras del Congreso por primera vez en 50 años, era un gesto de censura a esa casta burocrática elitista y corrupta en la que se había convertido la delegación congresional demócrata.

Muchos consideran la presidencia de Bill Clinton una excepción que fue posible gracias a la división en la derecha que desembocó en la candidatura independiente del populista Ross Perot. A partir de ahí habría sido su talento natural para los malabarismos lo que le habría permitido mantener un electorado corto pero fiel. Un paréntesis más "clintoniano" que "demócrata". En parte esto podría ser cierto si observamos que, tras su retirada, ningún demócrata ha sido capaz de llevarse ni un solo estado incluido en la zona de influencia de la cultura conservadora.

El Partido Demócrata no ha sabido utilizar el aprendizaje de Clinton como hoja de ruta para el futuro y no ha renunciado a seguir profundizando en su identificación con las élites culturales y sociales del Noreste. Se ha ido consolidando con fuerza en zonas periféricas del país, Noreste o Costa del Pacífico, y más tímidamente en la región de los Grandes Lagos. Pero hablando del control de la libre posesión de armas de fuego, o convirtiendo el matrimonio homosexual en tema central de su ideario, se ha alejado de los votos que en su caso marcan la diferencia entre la victoria o la derrota nacional. En su favor hay que decir que sí han abrazado en gran medida la bandera de la contención del gasto y la limitación del Gobierno. Han caminado hacia la idea de que el crecimiento no sólo es compatible con el bienestar social, sino que ambos se necesitan.

En definitiva, el Partido Demócrata fue en el siglo XIX y parte del XX, el partido contrario al poder centralizado, y representante de los sectores más replegados hacia sí mismos del Sur y el Oeste. Fue además el partido de los hombres blancos de los estados pobres, con estrechos vínculos con el primer y segundo Ku Klux Klan. Todo giraba alrededor del concepto "derechos de los estados" frente al poder central siempre dispuesto a acaparar mayor poder de intervención sobre la legislación de los estados. Por ello su fortaleza estaba en las zonas más "outsiders" o rebeldes de la Unión.

A partir de mediados del XX, ese partido se iría transformando en un partido mucho más progresista, con verdadera fe en el poder del Gobierno federal para imponer programas sociales como el New Deal o la Gran Sociedad para hacer avanzar a la gente. Se apuntaría grandes éxitos que reflotaron a la sociedad norteamericana. Pero precisamente sería el éxito y la desaparición del "proletariado" y los desfavorecidos lo que lo conduciría a una excesiva identificación con el progresismo de escritorio de Harvard-Yale y al alejamiento de la forma de vida, preocupaciones diarias y tradiciones de una parte del americano medio que antes era fiel al partido.

Ese americano medio detesta con pasión el esnobismo intelectual y las pretensiones basadas en supuestas superioridades sociales y culturales que han invadido el aparato del Partido Demócrata. En este punto, el partido puede aspirar a grandes victorias ocasionales con programas y candidatos concretos en momentos puntuales, pero está lejos ya de sus años gloriosos. Aquellos en los que una persona era demócrata de forma automática sólo por tener el carnet del sindicato, por vivir mejor gracias a las subvenciones del estado protector, o simplemente por ser blanco y vivir en Alabama.

PostData: próximamente "El GOP ayer y hoy" sobre la evolución histórica del Partido Republicano.